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5 diciembre 2025
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AUGUSTO GONZÁLEZ PRADILLO / El diablo de Valladolid no es Óscar Puente

Quien busca más allá, como el tan desatendido mandato exige siempre al periodista, termina por encontrar otra versión muy diferente. Así ocurre con Valladolid y su diablo, en el Día Internacional de los Museos. No es Óscar Puente. Ni siquiera es lo que parece.

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La vida entera es un equívoco. Por ejemplo, este mismo artículo, que con mejor criterio tendría que haberle correspondido a El Paseante de LA CRÓNICA pero que ha ido a caer en el arriba firmante por un cúmulo de casualidades que no vienen al caso.

Equívocos y casualidades se suman casi siempre aunque no lo advirtamos y, si el lector lo permite, nos pueden ayudar a escribir unas líneas puede que apañadas, resultonas. Quizá, incluso, disfrutonas. O no, vaya usted a saber.

Quien haya entrado haciendo clic con el dedito no merece seguir en la duda de si ha sido víctima de un engaño, como tantas veces, o si realmente vamos a hablar de Óscar Puente, el mayor bocachancla del actual Gobierno, en dura liza con Óscar López. Porque así está el nivel.

Conceder al ministro de Transportes el rango de diablo, al cual pugnaba entre sobrinas su predecesor Ábalos, sería un exceso injustificable. El macarrismo político poco tiene que ver con el Averno, pues ni siquiera es su antesala; antes al contrario, se practica desde la convicción de que lleva a la efímera gloria de los titulares y al aplauso enardecido, en forma de tuits, de los ya convencidos.

No, ciertamente, no: el diablo de Valladolid no es Puente, con lo cual quedamos automáticamente eximidos de la sospecha de clickbait.

Se escribe lo anterior y lo que sigue el 18 de mayo de 2025, que es el Día Internacional de los Museos, lo cual ha dado para otras reflexiones de alto nivel en este mismo diario. Pero aquí seguimos con lo nuestro, que es el periodismo… a pesar de que a algunos no se lo parezca.

Y si digo periodismo, hablo de desbrozar entre la realidad y su apariencia. Verbigracia, el diablo del Museo Nacional de Escultura, que es lo que ha dado pie a todo esto que nos ocupa.

El diablo de Valladolid, que no es Óscar Puente. (Foto: La Crónic@)
El diablo de Valladolid, que no es Óscar Puente. (Foto: La Crónic@)

Quien se acerque a Valladolid para verlo, e incluso para encontrarse con él de sopetón y sin esperarlo, se quedará sorprendido ante su insólito poderío, volando terrífico en un rincón de una sala, con aparente capacidad para llevarnos hasta la muy entretenida eternidad que sólo procura el pecado.

No es así.

Quien busca más allá, como el tan desatendido mandato exige siempre al periodista, termina por encontrar otra versión muy diferente de la que sus ojos le dictan. La verdad no existe, por inalcanzable. La realidad sí, aunque suele ser otra.

Una ficha oculta en una muy ignorada web pública revela que la pequeña escultura del diablo «en su espalda presenta un rebaje que indica que, en origen, la obra se disponía con su espalda contra el suelo, vuelto del revés, con un orificio en su estómago que serviría para encajar la figura de un San Miguel, pisándole victorioso». O sea, lo que en apariencia es volandero elogio al demonio redentor de nuestras abulias es, en realidad real y verdadera, una impostura propiciada por algún funcionario demasiado creativo.

Tampoco hay que cargar las tintas contra los que zascandilean por Valladolid, que ya tienen bastante con «su» ministro. En otros artículos de LA CRÓNICA ya ha quedado dicho que el «Duelo a garrotazos» de Goya no representa a dos españoles hundidos hasta los rodillas, sino que el original tenía cuatro piernas libres y enteras, dos para casa uno, luego repintadas y transformadas al pasar el fresco al lienzo por manos perezosas. Y hay muchos más casos de falsos iconos contemporáneos, al gusto de las modas del momento, por no entender con propiedad lo que se tiene delante. También pasa con La Moncloa… y eso es aún más grave.

Este 2025, el Día de los Museos ha tenido a bien llegar en un domingo soleado, que anima a cerveza con paseo, en el orden que prefiramos.

Un día tan primaveral que hace fácil que nos soportemos a nosotros mismos y empeño muy difícil el de asomarnos a las salas de esos museos que encierran lo que fuimos y en parte somos.

Mejor mañana.

Siempre hay un mañana, a pesar de algunos mentirosos diablos.

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