9.5 C
Guadalajara
4 diciembre 2025
InicioSociedadEl obispo de Sigüenza asesinado en 1936 y otros 43 católicos más,...

El obispo de Sigüenza asesinado en 1936 y otros 43 católicos más, muertos en Guadalajara hasta 1939, camino de los altares

Todos los expedientes para la canonización de estos 44 católicos asesinados entre 1936 y 1939 en la provincia verán completada la fase diocesana en estos días, concretamente el próximo de 26 de julio.

-

En los últimos tres meses, la Delegación Diocesana para las Causas de los Santos ha publicado una docena de informes sobre el grupo de católicos de la provincia considerados mártires, cuya causa de canonización ha completado documentación y cierra la fase diocesana en estos días, concretamente el próximo de 26 de julio.

El último de estos resúmenes, sobre el obispo Eustaquio Nieto y Martín, sale el domingo 20 y se reparte por toda la diócesis encartado en la hoja El Eco, al igual que los anteriores.

Estos breves escritos han informado sobre los procesos canónicos referidos al obispo y a los 43 compañeros, sacerdotes, religiosos y laicos, considerados mártires por confesar su fe en distintos puntos de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara entre 1936 y 1939.

Los informes suelen hablar de los momentos finales de buena parte de los personajes y recogen palabras pronunciadas por algunos de ellos en la hora de morir. Son datos extraídos de la causa para la canonización que ahora culmina y que ha elaborado el delegado diocesano del sector, el sacerdote Raúl Corral Blázquez, y su equipo.

La historia del obispo Nieto

Eustaquio Nieto y Martín nació el 12 de marzo de 1866 en Zamora. Era hijo de un albañil, en una familia de ocho hermanos.

El 27 de diciembre de 1916 es consagrado Obispo de Sigüenza. Su entrada oficial en la diócesis de Sigüenza fue el día 31 de marzo de 1917.

En sus 20 años de pontificado, tuvo tiempo de alertar sobre lo que se avecinaba. En una de sus cartas pastorales de 1931 escribió: “Si por desgracia se desencadenase contra nosotros una furiosa persecución instigada por el odio, permanezcamos firmes en nuestros puestos respectivos, cumpliendo con nuestros deberes sacerdotales de padre y pastor, sin abandonar jamás a nuestras ovejas, confesando siempre a Cristo a la faz del mundo como lo confesaron los mártires, las vírgenes y los confesores, que dieron su sangre y su vida por ensalzar y defender el sacrosanto nombre de Jesús…”.

La versión oficial de lo ocurrido es la siguiente:

Tras el 18 de julio de 1936, su conductor, Antonio Dolado, le aconsejó salir en automóvil de Sigüenza, para evitar ser capturado por milicianos marxistas. Rechazó el ofrecimiento.

A últimas horas de la tarde del día 25 de julio, miembros del POUM (Partido Obrero Unificado Marxista), CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y de la FAI (Federación Anarquista Ibérica), entraron en las iglesias de Sigüenza y en la Catedral. Se dirigieron luego al Palacio Episcopal, tiroteándolo e invadiéndolo, y detuvieron al obispo y a dos religiosos más. Tras someterles a un juicio público en una plaza, fue puesto en libertad y regresó a su residencia.

Durante la madrugada del 26, estando acostado en la Rectoral del Seminario, un grupo de milicianos entró en su habitación, injuriándole. A la bvista del saqueo e incendio de varias estancias, procedió a esconderse en las bóvedas de la iglesia del Seminario.

Ese mismo día 26, llegaron al Ayuntamiento dos coches oficiales con orden de llevar al Ministerio de la Gobernación al Obispo de la ciudad bajo el pretexto de preservar su seguridad.

Le buscaron por el Palacio, a cuya puerta se apearon, y no encontrándole, bajaron al Seminario, quedando el coche a la puerta del Palacio. Tampoco le encontraron por la planta baja del Seminario; subieron al principal, y allí ordenaron al P. Porras, con amenazas y violencia, cuya voz era muy conocida por D. Eustaquio, que le llamara a voces por todo el claustro, diciendo que saliera, que no había peligro, sin obtener resultado. Recorrieron todas las dependencias, le mandaron insistir en su llamamiento, a voces, al Sr. Obispo y el P. Porras seguía gritando: “Nada le va a ocurrir, intentan salvarlo” y otras frases parecidas, sin conseguir que saliera de su escondite. A una de estas llamadas, D. Eustaquio salió finalmente dejándose ver; y le engañaron diciéndole que tenían órdenes de Madrid para llevarle allí.

El coche salió de Sigüenza, tomando, no la dirección de Madrid, sino hacia Alcolea del Pinar y, en el kilómetro 4, a 14 de Sigüenza, en el término municipal de Estriégana, los milicianos arrojaron del coche en marcha al Señor Obispo; la brutal caída le produjo diversas fracturas en las piernas. Detuvieron el auto, y procedieron a acabar con su vida a tiros de pistola en la cuneta. Después, arrastraron el cadáver, lo arrojaron por un terraplén y lo quemaron e la noche del 26 al 27 de julio de 1936.

El cuerpo no fue enterrado, sino simplemente abandonado, por lo que un peón caminero denunció el hallazgo del cadáver el día 28. Antes de que hubiera tiempo de enterrarlo en Estriégana, una partida de milicianos lo volvieron a quemar, que es como fue encontrado el 8 de agosto por una columna de requetés navarros que venía de Alcolea de Pinar

Según el comandante al mando, procedieron a enterrarlo con honores. En su informe detalla ue los restos fueron “cogidos con pala, ya que estaban calcinados y la mayor parte eran cenizas”. Se le dio sepultura el 5 de agosto en la ermita de San Roque en Alcolea del Pinar. El día 8 de octubre de 1946 los restos fueron trasladados desde allí a la Catedral de Sigüenza.

Más información: