Texto: Luis Tejedor
Fotos: Carlos Ruiz
Desde que, en 2009, El tiempo entre costuras se convirtiera en el debut soñado por cualquier escritor. María Dueñas ha hecho de cada una de sus novelas un acontecimiento esperado por una numerosísima comunidad de lectores. Su última obra, Por si un día volvemos, no es una excepción. Ambientada en la Argelia francesa, exige atención desde la primera página gracias a Cecilia, protagonista con alma de seda y acero.
Por si un día volvemos traza un arco de treinta años hasta 1962, con el éxodo de los pieds-noirs de Argelia. ¿Qué le llamó la atención de ese tiempo y ese lugar?
En esta novela me centro en la última etapa de la Argelia francesa. Cubre un arco temporal de treinta y cinco años, desde finales de la década de los veinte hasta la independencia en 1962. Sitúo la acción en Orán, ciudad mediterránea muy cercana a las costas del sureste peninsular. Tiene una gran vinculación histórica con España. Durante la etapa francesa, y gracias a las oportunidades laborales, llegaron allí miles de emigrantes españoles. La trama se centra en el devenir de una mujer española, Cecilia Belmonte, durante las últimas décadas de aquella época colonial. Fueron años repletos de turbulencias dentro de un mundo donde varias capas sociales y culturales –árabes, franceses, españoles– se superponen en una convivencia que poco a poco se va agrietando. Es un capítulo de nuestra historia muy desconocido. A pesar de la nutrida comunidad procedente de España que allí hubo siempre.
La presencia de españoles en Argelia retratada en la novela lleva a momentos donde la emigración era común. ¿Cómo contempla este fenómeno hoy? ¿Se trata con demasiada ligereza este complejo problema?
He reflexionado mucho sobre esto mientras escribía la novela. He pensado, sobre todo, en cómo hemos evolucionado los españoles, pasando en solo unas pocas décadas de ser una nación de emigrantes a convertirnos en un país receptor de personas de procedencias muy distintas. A veces, esta situación se convierte en un problema complejo. No sé cuáles son las mejores soluciones. Desde luego, conviene que mantengamos la sensibilidad de quienes fuimos no hace tanto tiempo.
¿Cómo eran aquellos españoles presentes en Argelia? ¿Hay alguna historia que le tocara especialmente?
Algunos –los menos– fueron empresarios o profesionales. La mayoría eran personas de origen modesto que progresaron gracias a su tesón y esfuerzo. Hay muchas historias impactantes, admirables, conmovedoras… Una de las más conocidas es la de Albert Camus, descendiente, por línea materna, de humildes emigrantes menorquines asentados en Argel, la capital. Viniendo de un origen muy humilde, casi mísero, acabó siendo Premio Nobel de Literatura en 1957.
Durante la fase documentación, ¿qué buscaba entre la maraña de información disponible?
En todas mis novelas, para reconstruir los universos en los que sitúo las tramas, utilizo todo tipo de documentación. Mi propósito no es solo contar qué ocurrió en aquellos días y lugares en términos históricos. También pretendo recrear atmósferas y dotar esa realidad de vida: de olores, colores, sabores, sonidos, texturas… Me interesa saber cómo era la gente que vivía allí en esos momentos. Investigo cómo hablaban y se vestían, quiénes eran sus vecinos, qué comían y bebían, qué leían o escuchaban en la radio. Además, observo cómo eran sus viviendas, sus calles, sus barrios, sus negocios… Gracias a la suma de todos esos detalles, logro levantar escenarios que permiten a los lectores sumergirse en el ambiente de cada novela con la mayor precisión posible.

En sus novelas, las mujeres avanzan pese a la adversidad. ¿Cómo define el coraje femenino? ¿Afrontan las dificultades de una manera diferente hombres y mujeres?
A menudo, es una mezcla de fortaleza con vulnerabilidad. Es algo consustancial al ser humano y, quizá de forma más específica, a la propia esencia de las mujeres. Sortear obstáculos y encarar las adversidades, sacar fuerzas de donde creemos que ya no quedan, vencer la vulnerabilidad y seguir creciendo son realidades a las que la mayoría de las mujeres estamos acostumbradas. Esto es lo que yo transfiero de una manera casi orgánica a mis personajes. A veces consiguen sus objetivos y salen a flote o incluso triunfan. Otras veces caen, se fracturan y les cuesta levantarse. Sin embargo, mis personajes casi siempre sacan las uñas, no se rinden. Nunca dejan de intentarlo.
¿Cómo es Cecilia? ¿Qué buscaba a la hora de construir su personalidad?
Cuando la conocemos, en las primeras páginas, es una joven que huye de un crimen involuntario bajo la falsa identidad de Cecilia Belmonte. De su mano, transitamos por esas últimas décadas de la Argelia francesa, desde su llegada, siendo una joven miserable, ignorante y proclive al abuso, hasta despedirla convertida en una empresaria solvente. A lo largo de esos años, seremos testigos de su crecimiento como persona. Conoceremos a sus amores, amigos y socios. Compartiremos sus anhelos e inquietudes. La veremos abrirse camino en el negocio de la fabricación y venta de jabón. Comienza como una actividad humilde y clandestina, hasta convertirse en una mujer admirable.
¿Ha cambiado su forma de afrontar una historia desde que dejó de ser una autora desconocida con El tiempo entre costuras?
Cuando escribí mi primera novela, yo era una profesora universitaria dedicada a la docencia y la investigación a tiempo completo. Arañaba horas al día para avanzar en una novela que aún no sabía si sería o no publicada. Ahora me dedico únicamente a la escritura. Tras completar cada obra, la acompaño para presentarla a los lectores, medios de comunicación, libreros… En ese sentido, mi actividad literaria es ahora mucho más profesional y organizada. Me agrada ponerme en movimiento después de terminar cada novela. Igual que agradezco retirarme después de un período de actividad pública para arrancar un nuevo libro.
¿Qué opina de la figura del autor como personaje mediático? ¿Siente responsabilidad hacia la amplia comunidad de lectores que le siguen?
El éxito de los escritores es muy manejable. No es para nada abrumador o incómodo, menos aún para alguien como yo. Tengo escasa presencia activa en redes sociales y me mantengo al margen de debates públicos ajenos a mi trabajo. Si alguien se te acerca es normalmente con respeto. Yo me muevo con absoluta comodidad, agradecida por la atención que despiertan mis novelas entre los lectores y sin que el éxito me pese. Además, sería injusto decir que el éxito no acarrea también algunas consecuencias agradables: reconocimientos muy gratos, la posibilidad de participar en acciones atractivas o de conocer a gente muy interesante.
¿Una narradora de éxito como usted tiene miedos a la hora de enfrentarse a una historia? Si los tiene, ¿cómo los exorciza?
No, no tengo ningún miedo, al contrario. Cada nuevo proyecto es ilusionante. Ante mí se abre un mundo nuevo en el que sumergirme para construir un universo. Crear personajes cautivadores y componer una historia con la que espero volver a seducir a los lectores.
¿Conoce la red de Paradores? ¿Tiene algún favorito?
La conozco y la disfruto siempre que puedo. Mi favorito es el de Almagro; allí celebré mi boda y las de casi todos mis hermanos. Este próximo mes de octubre volveremos a reunirnos en él, para una nueva celebración, con toda mi gran familia.
