Fotografías: Nacho Izquierdo
Hay momentos en los que la historia se hace presente con tal fuerza que conmueve hasta lo más profundo.
Eso es lo que ocurre en Peralejos de las Truchas cuando las aguas del Alto Tajo vuelven a acoger una de las celebraciones más singulares y emotivas del patrimonio español: la Fiesta de los Gancheros.
Reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, esta fiesta no es simplemente una recreación folclórica, sino una vivencia colectiva que revive un antiguo oficio —el de los gancheros, encargados de transportar la madera por el río— y lo transforma en una experiencia cargada de emoción, memoria y orgullo.
El río que nos lleva, según nos enseñó Sampedro
El momento más esperado es el descenso por el río, cuando los gancheros, ataviados con sus ropas tradicionales, guían los troncos por las aguas como lo hicieron generaciones atrás. La destreza con la que manejan la corriente, la fuerza en sus gestos, y el respeto que muestran por el río, convierten esta escena en un acto casi ceremonial.
Las lágrimas asoman en muchos rostros entre el público. Algunos recuerdan a sus mayores, otros simplemente se dejan llevar por la intensidad del momento. “No es solo una fiesta, es sentir que estamos conectados con nuestras raíces, con algo que no se puede explicar con palabras”, comenta entre sollozos una vecina del pueblo.
Durante varios días, Peralejos se ha llenado de vida con actividades culturales, música tradicional, talleres y encuentros entre generaciones. Sin embargo, el alma de la celebración sigue siendo el río, que se convierte en escenario y testigo de una historia que se resiste a ser olvidada.
En tiempos de vértigo y desconexión, la Fiesta de los Gancheros del Alto Tajo nos recuerda la importancia de mirar hacia atrás para no perder el rumbo. Y en Peralejos de las Truchas, esa mirada al pasado sigue tan viva que es imposible no emocionarse.























