Tres décadas después, a muchos aficionados de Madrid se les reapareció la imagen de José Tomas en el ruedo, con la figura enhiesta y la verdad en cada pase. Esta vez, las series no eran de siete y el de pecho, sino más cortas, pero el toreo estaba del mismo modo sobre la arena: desnudo y descarnado.
Quien firmaba la faena y provocaba el asombro general tenía y tiene otro nombre: Víctor Hernández, que cortó una oreja de su primero en una tarde de tremenda tensión con la muleta, diez minutos de entrega total del diestro refrendada en los tendidos con una petición abrumadora y la sensación de haber visto algo que no suele suceder.
A los aficionados de La Alcarria, tanto en la plaza como delante del televisor, nadie les tiene que enseñar que las comparaciones con el genio de Galapagar acompañan al de Los Santos de la Humosa desde sus inicios en la Escuela Taurina de Guadalajara. Verdad sobre verdad.










No fue nada fácil el tercero de El Pilar, que una y otra vez buscó a Víctor Hernández con las peores intenciones. Tragó y tragó y volvió a tragar hasta convencer al morlaco de que quien mandaba era él, sobre todo en una tanda casi final con la izquierda que supo a gloria entre tanto susto. Esa gloria que tenía al alcance de la mano y que ratificó con una media agarrada en el sitio, de efectos fulminantes.
En el sexto, un sobrero de Villamarta tan corraleado como avieso, sólo la espada evitó redondear la tarde y abrir la Puerta Grande, esa que ya franqueó como novillero en otras tardes de pureza en el toreo y derroche de valor.
La reacción del público de Las Ventas tuvo su correspondencia inmediata en las redes.
Valgan como ejemplo algunos tuits de «X», rendidos a Victor Hernández: