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5 diciembre 2025
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AUGUSTO GONZÁLEZ PRADILLO / García-Page añora 1982

Todo el siglo XIX los españoles ilustrando a Europa, en vano, sobre la necesidad de imponer el anarquismo para que ahora lleguemos a la conclusión de que el mejor gobernante es el que no anda jodiendo con el palito, sobre todo si sólo lo hace en defensa propia. Y lo sugiere otro, que gobierna en Toledo y que se llama García-Page, pero que prefiere aspirar a hacerlo sin enfrentamientos fratricidas. Cuestiones de matiz... y de fondo.

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Para la literatura mundial, la fecha canónica de referencia es 1984, por la novela de Orwell. No hay que despreciar la referencia en lo que apuntaba de vaticinio, ahora que cada vez tenemos más controladas las mentes y las comunicaciones telefónicas.

En España, que somos más castizos, si buscamos por aquellos años nos quedamos en 1982, el año de la victoria electoral de Felipe González.

Unos días antes de ir a votar, el PSOE llenó la plaza de toros de Guadalajara con un entusiasmo que no volvería a sentirse hasta la llegada de Miguel Ríos, ese otro anciano que se resiste a morir. ¿Cosas de viejos, entonces? Va a ser que no.

Todavía por aquellos tiempos de ilusiones fecundas, los domingos eran día de precepto. O de preceptos, porque eran dos: para los católicos, se cumplía yendo a misa; para los soñadores con un mundo mejor, leyendo pausadamente «El País» en la mesa de una cafetería. Ahora los feligreses son escasos y los lectores han derivado a Internet –lo cual no es necesariamente malo, que para eso está LA CRÓNICA–. En papel el alivio actual de muchos es refugiarse en las páginas de «El Mundo».

La cabecera madrileña trata especialmente bien a García-Page desde hace tiempo, unidos ambos en su común aversión hacia el sanchismo. Este 2 de febrero, día de la Candelaria, una entrevista al presidente de Castilla-La Mancha habrá ayudado a incendiar a algunos en la Moncloa o en Ferraz, aunque no consta que se haya visto a nadie salir despavorido y en llamas hacia el Parque del Oeste, como emulando al de la portada del Wish you were here, de Pink Floyd.

Según dicen, el fotógrafo quiso representar lo que les pasa a aquellos que se guardan dentro lo que realmente piensan. A la vista de lo leído, en Fuensalida no es probable que le ocurra eso a su principal inquilino.

A Page le ha dado esta vez por recordar, de nuevo, que el paso de la dictadura a la democracia fue en España un «proceso ejemplar», argumento que utiliza para cargar contra los que se recrean en recordar la muerte de Franco y no el nacimiento de una nueva era social y política. Los tiene en casa, huelga decirlo.

«Tenemos que cuidarnos de hacer celebraciones sólo una parte de España. Hay que pactarlas entre todos», ha insistido, pues entiende que «el mejor homenaje» para recordar la muerte de Franco es «recuperar el ambiente de la Transición«. Lo del Gobierno, para él, es «el peor homenaje posible, instalados en un nivel de frentismo tremendo».

«Si fuéramos serios, estaríamos concentrados en que se centrara el voto moderadamente en PP y PSOE, pero aquí hay gente cuya estrategia es que los extremistas no desaparezcan», dice el toledano, reconocido aficionado a los toros, cargando la suerte.

Respecto a los pactos con filoetarras y secesionistas arguye que «todos queremos la concordia y pasar página, lo que pasa es que la puedes pasar con vergüenza o sin ella, con dignidad o con manchas. Y se trata de pasarla limpia y entre todos», asegura, porque a los miembros de Bildu «no se les puede naturalizar así».

Por ahí van los análisis, en general, aunque a este que les escribe le ha animado mucho más el guiño anarcoide que ha percibido en García-Page: «Yo preferiría una situación en la que el Gobierno –en abstracto– se mantenga ocupando los cargos y los despachos, pero sin hacer nada. Es mejor tener una posición vegetativa que intentar sacar cada cosa a un precio imposible».

Cuando Page alude a lo que alude, se refiere a las concesiones que a costa de los españoles se hacen en Suiza a un delincuente nada presunto llamado Puigdemont.

Todo el siglo XIX los españoles ilustrando a Europa, en vano, sobre la necesidad de imponer el anarquismo para que lleguemos a la conclusión de que el mejor gobernante es el que no anda jodiendo con el palito, sobre todo si sólo lo hace en defensa propia.

Pero hablábamos al principio de aquel 1982, con fundamento. La cita vuelve a ser de García-Page y de su entrevista dominical:

«El único espacio en el que la mayoría de los españoles se reconoce es en la socialdemocracia que representaba el PSOE en el 82. Ahora estamos viviendo una política «show», una política espectáculo, con un nivel ínfimo. Es un Gran Hermano Dúo. Aquí todos se pegan. Al tiempo. Entran tan amigos, como entramos en la Transición y en semanas unos se ponen los cuernos, otros se critican…»

Aun desde la discrepancia en los detalles es imposible no estar de acuerdo en lo general. Más que nada porque el partido ganador de las futuras elecciones en España es, por anticipado y fuera de toda duda, el de los ciudadanos hartos, rematadamente hartos, ante el espectáculo político diario al que asisten atónitos, ese mismo que los que han cambiado información por propaganda nos arrojan sin cesar.

Adivinen, en esas circunstancias, quienes pueden llegar a ser los más beneficiados… Las encuestas dicen que están creciendo.

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