A los romanos les dio por llamar sinister a lo que, estando por la izquierda, se vaticinaba o atestiguaba como desafortunado. El vuelo del grajo era de mal agüero si acompañaba al jinete por ese lado y, con los siglos, lo contrario de lo diestro es lo siniestro… en toda la acepción de la palabra. En el toreo, como hasta el espectador más desavisado aprecia, es todo lo contrario.
Se mata con la diestra y se torea como los ángeles, cuando se puede, con la siniestra. Es lo que hace Cid de María desde becerrista. Lo volvió a atestiguar este jueves, en la nocturna de Las Ventas. Como testigo, otro paisano: el matador de toros Víctor Hernández, al que la afición aguarda cuando termine su recuperación y que vio las faenas de su novillero amigo desde los altos del tendido.
El ganado de Los Maños, una mansada, sirvió para acreditar el creciente kilometraje del de Yunquera de Henares y el valor de sus dos compañeros de paseíllo. Los tres se sobrepusieron, tocando distintas teclas.
A Cid de María se le habría hecho justicia con un oreja en su primero, tanto por las tandas de naturales como por el estoconazo. El presidente, ¡ay!, quiso darse importancia y le robó el apéndice, dejando el reconocimiento en una clamorosa vuelta al ruedo. Más premio que para el resto de la terna, anotemos.
Cid de María –Cristian, para el Registro Civil y para sus más próximos– sigue avanzando hacia la alternativa con un toreo tan sólido como personal. Ha triunfado de nuevo en Madrid, algo que ya va siendo costumbre y a lo que ningún torero se acostumbra nunca, porque siempre se aspira a más.
Lo vivido, en imágenes:
