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26 marzo 2024
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¿Cómo puedes participar tú en la «ciencia ciudadana»?

No todos los programas científicos pueden ser de Ciencia Ciudadana; pero muchos de ellos, sí. Francisco Javier Mérida, profesor honorífico de microbiología de la Universidad de Alcalá, lo explica en detalle.

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Francisco Javier Mérida, profesor honorífico de microbiología de la Universidad de Alcalá, explica qué es la ciencia ciudadana y su descubrimiento en aguas españolas de una masa gelatinosa que en su interior albergaba cientos de miles de huevos de pota común.

– ¿Qué es la ciencia ciudadana?

– La ciencia no se profesionalizó hasta finales del siglo XIX. Fue a partir de entonces cuando se organiza, regula y se fijan las reglas de modo que la actividad científica sea desempeñada por aquellos que han adquirido una elevada cualificación tras largos años de preparación y formación académica. En este contexto, la ciencia ciudadana (CC) es algo novedoso.

Hoy día se define a la CC como la incorporación de personas no profesionales a la producción científica: autodidactas, aficionados y personas sin capacitación académica, pero cuya participación puede llegar a ser relevante e incluso decisiva.

La CC ha irrumpido con fuerza y está recogida en proyectos importantes como el Programa Marco de Investigación y Desarrollo de la UE para los últimos siete años (Estrategia H2020). También tiene dedicados directrices de gran alcance como los Libros Verde y Blanco de la Comisión. Si bien éste es el planteamiento general, el nivel de participación de los ciudadanos es algo sometido a debate. No se pone en duda la participación ciudadana en la recolección de datos o la distribución de cálculos en red, al modo de una computación distribuida. Incluso se acepta también la acción ciudadana en el proceso de interpretación de los datos en una suerte de inteligencia distribuida. El principal argumento a favor, es que muchos procesos naturales son sumamente cambiantes y pasarían inadvertidos si no se dispusiese de millones de datos tomados en numerosas zonas de intervención, aunque se discuta sobre la calidad de los datos, y si son preferibles pocos datos muy precisos tomados en áreas concretas, en los que los errores son de interpolación, o miles de datos tomados por muchos participantes en muchos lugares en que los errores lo serían de regresión. La decisión más acertada dependerá del proceso en estudio y de su variación en el tiempo y/o en el espacio. No todos los programas científicos pueden ser de CC, pero muchos de ellos sí.  

Ahora bien, la cuestión principal es que niveles más altos de participación ciudadana implican corresponsabilidad de los no profesionales al incorporarse en el proceso de definición de prioridades, temáticas y problemas. Esta es una atribución más difícil y espinosa que la mera obtención y análisis de datos, y hoy día se mantiene en discusión. Para Alan Irvine (1995) esto sería una extensión del papel de la ciudadanía, en contraste con la captación y el análisis de datos, que sería una extensión de la ciencia. 

Una consecuencia importante del nivel de participación ciudadana es el modo en que impacta en la relación ciencia-sociedad. En los niveles de participación ciudadana centrados en la captación de datos y su análisis, el científico profesional mantiene el objetivo de educar y de compartir la ciencia con los ciudadanos. En los niveles superiores de CC, el científico y el ciudadano están incorporados a un proceso de diálogo conjunto. La diferencia es sustancial.

Francisco Javier Mérida, de la Universidad de Alcalá.

Cómo participar en la Ciencia Ciudadana     

– ¿A qué es debida la irrupción actual de la ciencia ciudadana y de qué forma se puede tomar parte en ella?

– La CC es una posibilidad reciente derivada de las tecnologías a disposición del ciudadano, como los ordenadores y los teléfonos móviles, los sensores de bajo coste, los drones, o las cámaras de grabación de imagen. Múltiples ejemplos de CC que nos conciernen a todos son las actuaciones de los ciudadanos en los desastres medioambientales o las crisis sanitarias. Son escenarios de definición y resolución de problemas, desde los dispositivos do itself para medir la radiactividad residual tras el tsunami que asoló Fukushima, hasta el desarrollo de sensores para medir el CO2 durante la pandemia de SARS-CoV-2. Ejemplos más sutiles se dan cuando los ciudadanos quieren sumarse a niveles de participación más elevados porque desean tomar parte en una definición de prioridades diferente a las que se aplican, como es el caso de los pacientes y familiares en los procesos de salud mental. 

En el campo de la biodiversidad y el medio ambiente los ejemplos son numerosísimos. El caso de los estudios fenológicos en ornitología para conocer las migraciones de aves es el ejemplo clásico. La colaboración ciudadana en las observaciones del mar es, si cabe, aún más perentorio por la dificultad y la ignorancia del medio marino. Trataré después con cierto detalle un caso vivido en primera persona de una observación reciente que resultó en una acción colaborativa para un programa europeo de CC en vigor.

Los programas de CC se cimentan sobre cuatro comunidades con distinta implicación. La comunidad facilitadora que forman las instituciones y organismos financiadores de los programas; la comunidad movilizadora de organizaciones conservacionistas, ONGs y empresas interesadas; la comunidad participativa de grupos específicos y público en general; y la comunidad académica.

Dentro de un enfoque más instrumental y operativo cabe hacer la relación de entidades y medios necesarios para hacer la CC. Por un lado están los observatorios de CC que articulan los proyectos con carácter general; los observatorios más específicos volcados a un ítem determinado (olores, ruidos, terremotos, biodiversidad, salud…); en tercer lugar, los catálogos de proyectos de CC en los que se puede participar; por último, las ‘cajas de herramientas’ disponibles (sensores, aplicaciones informáticas, metodologías, programas educativos, cursos, etc.) 

– ¿Cuál es ese proyecto de ciencia ciudadana al que se ha referido y cuál fue su participación? 

  • – Sucedió este verano durante una inmersión que realizábamos un grupo de entusiastas del buceo en una ensenada de la costa asturiana. Fue cuando nos disponíamos a regresar a la embarcación, que vimos derivando con la corriente algo claramente inusual. Llevo buceando desde hace 50 años sin ver algo parecido. Nos limitamos a observarlo y filmarlo, y no hicimos nada más. La consulta posterior a varios zoólogos expertos empezó a dar sentido a lo que habíamos visto. Se trataba de la puesta de Illex coindetii, la pota común, un calamar con distribución por todos los mares del mundo. El plancton gelatinoso es muy desconocido. Como explica el vídeo, no fue hasta 2019 que se tomaron en Noruega muestras a cuatro entidades similares y, tras estudios moleculares, se confirmó la especie de pertenencia. Persisten muchas lagunas en los estudios fenológicos de reproducción de ésta y muchas otras especies. Nuestra observación fue comunicada a los responsables de un proyecto de CC europeo que hace el inventario de estos encuentros desde hace más de 35 años en aguas costeras del Atlántico Nororiental, incluido Mediterráneo, para que la incluyeran en dicho inventario junto a las características ambientales específicas reinantes. En las costas españolas, previamente a la nuestra, sólo se habían comunicado tres observaciones similares durante ese periodo. Un ejemplo así invita a la reflexión. Observaciones como ésta son muy poco frecuentes y quienes las realizan raramente son científicos profesionales. Solo puede hacerse mediante Ciencia Ciudadana.

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