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24 abril 2024
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Trío de ases:
Los héroes del coronavirus en Guadalajara

Son tres, pero hay más como ellos. Desde nuestras casas no se les ve, hasta que los necesitamos. Luchan contra el coronavirus desde su puesto, para que lo esencial no se pare en esta España batida por la enfermedad y, a veces, la desesperanza. Su ejemplo nos da fuerza y también nos confirma en la certeza de que un día todo cambiará y volveremos a vernos en la calle, a abrazarnos y a ser todo lo que podemos ser. Sin máscaras. A corazón abierto. PRIMERA ENTREGA.

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Fotos: Nacho Izquierdo
Textos: Augusto González

Juan José Sanz, pescadero

• A Juan José Sanz le ha costado 53 años llegar a ver desde la atalaya de su pescadería una situación tan excepcional como pocas se han podido padecer en el mundo. A cualquiera de nosotros nos ha costado también toda la vida llegar hasta este día. Los jureles, las pescadillas o los congrios miran sin ver, expuestos entre el hielo. Los ojos de Juan José, en cambio, arden de ganas, chispean optimismo, justo por encima de la mascarilla que se ha convertido en parte de su indumentaria cotidiana.

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Cristina Pérez,  sargento de la Guardia Civil

• Cada día, a las ocho de la tarde, los niños se aupan a las ventanas o saltan en los balcones porque saben que a esa hora, con puntualidad, verán llegar ululando las sirenas de los coches patrulla. Pueden ser policías nacionales, locales o guardias civiles… No es ni siquiera el final de la jornada, sino sólo un punto y aparte, de unos días agotadores. Ella, como todos sus compañeros, intenta estar en todas partes para que todo esté en orden. Ayudar, asistir, prevenir… y tratar de no enfermar, para seguir estando. La carne hecha acero.

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Elena Camacho, enfermera

• Al periodista le habría gustado conocer la historia de ese pañuelo rojo que asoma en el cuello de nuestra enfermera. Lo dramático está alrededor, salpicando toda la imagen: los tubos, con sus muestras; los guantes imprescindibles; las batas, a veces escasas; la gafa sobre las gafas, la eterna mascarilla… Y todo con la ambulancia de fondo, como la escenografía alucinada de una tragedia. Pero el periodista se agarra al rojo del pañuelo, al propio pañuelo. Lo que ese trozo de tela evoque es solo patrimonio de ella, pero la vuelta a la normalidad que encierra con su sola presencia ese humilde trozo de tela tiene que ser de todos. Ya han caído demasiados.