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27 abril 2024
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3ª corrida de feria en Guadalajara: entre granel y despojos

Al que se esperaba con más interés era a Daniel Luque, pero el sevillano pasó desapercibido. Algunos naturales y poco más. Ni luquecinas hubo.

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Después de visto todo lo ocurrido en el cuarto y último encierro de las Ferias de Guadalajara, reseñar lo que sucedió la víspera en la plaza de toros obliga a reconsiderar la crónica y el estilo.

Comparar lo que echó este sábado el ganadero de Fuente Ymbro con lo que se vio horas más tarde en La Carrera y en Capitán Arenas es como hacer comparanzas entre la gaseosa y el aguardiente. Y gaseosa disipada, además.

Volvió a abrirse la puerta grande «Iván Fandiño», esta vez para López Simón. A quien le guste su toreo, le tuvo que satisfacer, porque fue el más entregado de la terna. Se las vio con la insulsa falta de casta de su primero, de la ya citada Fuente Ymbro, y cerró el festejo ante un búfalo grandón de José Vázquez, enardeciendo con las manoletinas de rigor y un buen espadazo. Esa oreja más la del tercero, perdida ya en la memoria, sumó para el triunfo final.

Al que se esperaba con más interés era a Daniel Luque, pero el sevillano pasó desapercibido. Algunos naturales y poco más. Ni luquecinas hubo. Fue en el segundo de la tarde donde la izquierda brillo más; la oreja obtenida no desentonó. Al quinto, le intentó extraer derechazos llevando la muleta con esos toques sucesivos y casi imperceptibles que le sirven al de Gerena para conducir a tantos toros. El sábado, en Guadalajara, todo en tono menor.

A «El Fandi», entrado ya en la cuarentena, le sostienen las banderillas, su capacidad atlética y una tendencia natural a la bullanga que, si encuentra contraparte en los tendidos, hace de lo suyo un espectáculo feliz. Cuesta resistirse impávido en el asiento si alguien vestido de luces recorre un cuarto de plaza marcha atrás hasta parear. Pero junto con eso, a Fandila quizá le sobraron gestos de excesiva y altanera confraternidad con el respetable e incluso desplantes innecesarios ante unos oponentes que lo fueron poco.

Fernando Toquero, el presidente, osó negarle la oreja en el quinto, pedida mayoritariamente por el público. La lidia del último tercio había sido inane, la espada cayó defectuosa y en el conjunto humo más garrafón que esencia… pero a falta de premio, los que lo reclamaron con los pañuelos se lo reprocharon a grito pelado durante un rato.

Este domingo, habrá que ver qué sale por chiqueros y comprobar si esos toros-toros que han creado el pánico y el caos al amanecer vuelven a acreditar, a la caída de la tarde, que la casta brava sobrevive en algunas dehesas. La cantada de Adolfo Martín y el petardo de Fuente Ymbro se contraponen a la bravura (o fiereza) de lo de San Martín y otras muchas pequeñas ganaderías, que aún guardan intacto lo que otros han aceptado aguar.


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