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5 octubre 2024
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Burdeos: guía de uso de la ciudad por la que Goya perdió la cabeza

Burdeos, que siempre quiso ser hogar de hombres libres, como nos recuerda la memoria de los girondinos, está a nuestro alcance para disfrutarla como mejor queramos. Burdeos vive y se deja vivir con placer. Puedes comprobarlo en este reportaje.

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Este viajero se acercó a Burdeos buscando al filósofo Montaigne y se terminó encontrando con el pintor Goya y con el escultor Jaume Plensa, una de cuyas estatuas monumentales les ha acompañado los últimos años y está a punto de ser retirada.

Escultura de Jaume Plensa en el centro de Burdeos, en octubre de 2021. (Foto: La Crónic@)
Escultura de Jaume Plensa en el centro de Burdeos, en octubre de 2021. (Foto: La Crónic@)

Pero, sobre todo, uno disfruta de la compañía de los bordeleses de cuna y de los de elección, que de todo hay por estas calles llenas de jóvenes. Sorprende, y tranquiliza, que una ciudad con tan antiguas raíces (romanas) y marcada por siglos de agitada historia tenga tanto y tan optimista futuro. Es algo que se te muestra a cada paso, con una vitalidad inusitada. Burdeos, que siempre quiso ser hogar de hombres libres, está a nuestro alcance para disfrutarla como mejor queramos. De eso trata este reportaje…

Burdeos, multicultural reino de las bicicletas por las calles de su casco histórico. (Foto: La Crónic@)
Burdeos, multicultural reino de las bicicletas por las calles de su casco histórico. (Foto: La Crónic@)

A la sombra de Goya, por un Burdeos muy «español»

Si nos permitimos una broma macabra, nada puede sorprendernos en la ciudad por la que Francisco de Goya y Lucientes perdió la cabeza. Más que nada porque eso es rigurosamente cierto: cuando España quiso recuperar los restos del artista, los huesos estaban pero faltaba el cráneo, que nunca ha aparecido.

Anécdotas aparte, a Goya le regaló el destino unos años finales en Burdeos en los que, muy probablemente, fue feliz. Basta observar en el Museo del Prado «La lechera de Burdeos», pintado allí y entonces, para llegar a esa conclusión. Nada queda del dolor de las pinturas negras de La Quinta del Sordo, ni de los Horrores de la Guerra de sus más conocidos grabados. Apuraba la miel, y no la hiel, de la copa de su existencia un liberal que estuvo a sueldo de la casa de Borbón. Monarcas de origen francés también, por cierto.

En la calle Huguerie, a pocos metros de un delicioso hotel del que hablaremos más tarde, se encontraba una chocolatería, conciliábulo de españoles, que Goya frecuentaba. Desde allí emerge, como flotando, la estatua de la libertad erigida en Quinconces.

La libertad preside la más celebre estatua de Burdeos, en la plaza de Quinconces. (Foto: La Crónic@)
La libertad preside la más celebre estatua de Burdeos, en la plaza de Quinconces. (Foto: La Crónic@)

Ese Goya octogenario pero intensamente vital aún respira en Burdeos. Basta ir hasta Place du Chapelet para comprobarlo. Ahí está, tempestuoso como siempre lo imaginamos, en una escultura de Benlliure. Se trata de una copia regalada por el

Estatua de Goya en Burdeos.  (Foto: Nicolas Duffaure)
Estatua de Goya en Burdeos. (Foto: Nicolas Duffaure)

Ayuntamiento de Madrid, cuando Tierno Galván era alcalde, y dispuesta ante la fachada de la iglesia de Notre Dame, donde la Cour Mably (espacio interesante, con exposiciones temporales). Y sí, la fachada de este majestuoso templo recuerda al jesuítico Gesú de Roma, porque fue su inspiración.

Esta iglesia era la más frecuentada por la colonia española de entonces y fue allí donde se ofició el funeral por el genial aragonés. Había sido desacralizada años antes, durante la Revolución Francesa,  y convertida en «Templo de la Razón». Esa cuyo sueño produce monstruos…

La otra gran iglesia de la ciudad es la catedral de San Andrés, con su torre inconfundible y exenta. En el interior (sí, en plena nave central) un gran reloj marca puntual la hora.

Un reloj marca desde hace siglos, con inmutabnle puntualidad, las horas y los minutos en la nave central de la catedral de Burdeos. (Foto: La Crónic@)
Un reloj marca desde hace siglos, con inmutable puntualidad, las horas y los minutos en la nave central de la catedral de Burdeos. (Foto: La Crónic@)

La luz se hizo piedra en Burdeos… mucho antes que en París

¿Es posible que la Ciudad de la Luz copiara a una capital de provincias para convertirse en el paradigma de la elegancia urbanística? Pues así fue. Aunque a la vanidad parisina le duela reconocerlo, Burdeos se le adelantó un siglo en lo de construir una urbe al gusto de la pujante burguesía local. Lo hizo con un estilo que asociamos a Haussman y París pero que debemos, realmente, a Tourny y a Burdeos.

A mediados del siglo XVIII, bajo el reinado de Luis XV, el Marqués de Tourny se lanzó a la tarea de derribar murallas, crear puertas monumentales, dar la forma definitiva a la actual Plaza de la Bolsa y auspiciar la traza sobre la que se asientan algunos de los edificios más notables de entre los que siguen en pie de aquella época. El paseo que toma su nombre («Allées de Tourny») es paso obligado del bordelés y del turista.

Cuando amanece, la niebla puede acompañar al paseante y crear mágicos efectos en Burdeos. (Foto: La Crónic@)
Cuando amanece, la niebla puede acompañar al paseante y crear mágicos efectos en Burdeos. (Foto: La Crónic@)

Y lo que no hizo Tourny, lo firmó Victor Louis, podría decirse. A él se debe el Gran Teatro, que también «inspiró» en París la Ópera Garnier. Burdeos, de nuevo precursor. Un último apunte: Haussman, el celebérrimo transformador de París fue antes de eso prefecto en Burdeos y fue de aquí de donde se llevó a su jardinero de cabecera.

Comercio con querubines, una alianza que llega a pasar inadvertida en uno de los rotundos edificios bordeleses. (Foto: La Crónic@)
Comercio con querubines, una alianza que llega a pasar inadvertida en uno de los rotundos edificios bordeleses. (Foto: La Crónic@)

Confirmado que Burdeos no es un remedo de París, caminar por sus calles nos acerca a la conclusión de que lo importante no son las piedras (o no sólo) sino que las personas son las que dan razón de ser a esta ciudad. ¿Que aún te aferras a los edificios y no miras a la gente? Bien, pues ponte a pasar revista a las 3.000 caras diferentes que puedes encontrar en las fachadas, desde negros caribeños a dioses griegos, allá por donde mires.

El dios Baco no podía faltar en la inmensa galería de retratos de las fachadas de Burdeos. (Foto: La Crónic@)
El dios Baco no podía faltar en la inmensa galería de retratos de las fachadas de Burdeos. (Foto: La Crónic@)

Burdeos, una ciudad para vivirla a cada paso

Hoy en día, Burdeos está muy lejos de ser una ciudad-museo, lo cual se agradece. A diferencia de tanta capital gentifricada, aquí los comercios existen y el café matin o el agua pétillante lo tomarás en la terraza de cualquier esquina… pero rodeado de bordeleses. Un punto más a favor de estos sabios de lo cotidiano. Tan a favor como hay que estar de acompañar el descanso matinal o vespertino con uno o dos de esos dulces indescriptibles llamados canelés: caramelizados por fuera, su corazón es esponjoso, con aromas a ron y vainilla. Casi como una metáfora, además de un placer para los sentidos.

Surtido de canelés en Burdeos. (Foto: La Crónic@)
Surtido de canelés en Burdeos. (Foto: La Crónic@)

Asomados al río, para celebrar un centenario

En 2022 cumple 200 años el primer puente de Burdeos. Si al viajero de hoy le cuesta pensar en la otra orilla cuando se está al abrigo de la margen izquierda, qué no sería hace siglos. Ahí sigue, el puente de piedra, con sus 487 metros de longitud para sus 17 arcos.

Las aguas bajan, y suben, turbias. Su movimiento es realmente así, marcado por las mareas del Atlántico. Y su turbiedad no implica suciedad, sino que es consecuencia del arrastre de tantas toneladas de limos. En sus aguas se mueven peces habituales en otros pagos e incluso anguilas, pero también otras especies más invasoras como los siluros e incluso cangrejos de Luisiana, primos de aquellos que arrasaron en España hace décadas. Quien lo cuenta es el último pescador, un hombre todavía joven que responde al nombre de Jean-Marie y que se mueve por Facebook como sus peces por el agua mientras atiende a grupos de turistas en una de las excursiones que organiza.

En Burdeos se diría que es posible andar sobre el agua. (Foto: La Crónic@)
En Burdeos se diría que es posible andar sobre el agua. (Foto: La Crónic@)

Burdeos está ahí, a todo lo largo del Garona, como una doncella burguesa que nunca duerme, atenta, amable, dispuesta para una sonrisa.

Recorra el viajero toda la ribera al abrigo de sus palacios y podrá llegar, tranvía mediante, hasta la Cité du Vin… algo muy coherente en la Ciudad del Vino por antonomasia. Pero de eso ya hablaremos, y escribiremos, en otro reportaje de LA CRÓNICA.

¿Echas de menos Zara? Está en la rue Sainte-Catherine, kilométrica vía comercial y bulliciosa hasta más allá de la medianoche. Burdeos vive y se deja vivir. Puedes comprobarlo, preparando ya tu viaje. Y si quieres más, recorre nuestra galería gráfica:


Cómo llegar a Burdeos

Para llegar pronto y bien, lo mejor es recurrir a Air Nostrum, que mantiene vuelos regulares entre Barajas y el aeropuerto internacional de Burdeos-Mérignac. A bordo de un Bombardier, inusitadamente silencioso, el trayecto se cubre en menos de hora y media con toda comodidad. Es lo más parecido a un vuelo en jet privado, a precios de escándalo. En estas fechas se encuentran billetes por 33 euros el trayecto.

El vuelo Madrid-Burdeos, a su llegada al aeropuerto galo. (Foto: La Crónic@)
El vuelo Madrid-Burdeos, a su llegada al aeropuerto galo. (Foto: La Crónic@)

En las circunstancias actuales, no se olvide de cumplimentar la declaración personal para ingresar en Francia. En caso de haber olvidado hacerlo con el checkin, el personal de a bordo le facilitará el impreso. Lleve también encima el certificado COVID, pues se lo pueden pedir al llegar y, sobre todo, en restaurantes y otros lugares públicos cerrados.

Desde el norte de España es fácil y cómodo plantarse en Burdeos por carretera. Paciencia, eso sí, con el tráfico de entrada y salida, que no siempre está despejado. El conductor español se sorprenderá de que las velocidades marcadas en las señales se cumplen. Es preferible seguir el ejemplo, claro está.

Cómo moverse por Burdeos

Armado con dos piernas y con los ojos bien abiertos es el mejor modo de dejarse ir por las calles de esta ciudad, como por las de cualquier otra que se precie.

Cuando la distancia es más larga y hay que cambiar de barrio, hay variedad de medios de transporte, destacando por encima de todos el tranvía, por su comodidad en todos los sentidos. Realmente se mueve como la seda y sin agobios en el interior, a pesar de que los bordeleses lo utilizan en buen número. El billete se valida al acceder, al lado de la puerta.

Más pintoresco puede ser conocer Burdeos con los medios alternativos (hay trenecitos, bus turístico, tuktuk eléctrico e incluso un 2CV que es mejor descubrir, sin describirlo previamente).

¿Dónde comen los bordeleses?

La ciudad tiene una más que destacada oferta de restaurantes turísticos, en las calles próximas al Garona. Es una forma fácil de cumplir con uno mismo cuando aprieta el hambre. Sin embargo, quien se tome la molestia de buscar algo más comprobará que los bordeleses, de todas las edades, tienen por gusto y por costumbre citarse con mesa y mantel. Hacerlo, además, no implica arruinarse. Valgan los siguientes ejemplos:

  • Restaurante Blind, en el 12 de rue Castelnau d’Auros. ¿Qué hace un peruano de Lima metido a sumiller en Francia y con un local que está siendo uno de los éxitos de la temporada en Burdeos? Martín, que es como se llama nuestro hombre, es quien ha puesto en marcha esta experiencia, que incluye una degustación de vinos a ciegas. Más allá del buen humor del dueño y de la clientela, lo relevante es que la carta (que muestra en una pizarra) es más que correcta. El público local está conociendo aquí el pulpo á feira, pero el cliente español tiene a su alcance otros aciertos seguros con un tono más local. Y abre hasta tarde.
  • Restaurante Orta, en el número 3 de la rue du Hâ. Tres jóvenes realmente emprendedores se lanzaron a poner en marcha este agradable local; su buen hacer ha podido más que la pandemia. Déjese aconsejar por la camarera (que es una de las socias) y no fallará. Ambiente joven, ideal para una cena y posterior búsqueda de algún lugar para tomar una copa.
  • Restaurante Racines, en el 59 de la rue Georges Bonnac. Seguimos con propuestas asequibles, a partir de menús diferentes para el mediodía o la cena… todo con un nivel de elaboración que nos recuerda que estamos en el país gastronómicamente más cultivado del mundo. Comedor tranquilo, comensales de mediana edad y familias que no alborotan. ¿Se puede completar el placer? Con algún vino de su buena bodega, que te aconsejarán amablemente.

¿Dónde dormir en Burdeos?

Es tanta la oferta hotelera de Burdeos que no hay problema para hacer coincidir los gustos de cada cual con las posibilidades de nuestro bolsillo.

Puestos en la disyuntiva de proponer un establecimiento concreto, apostemos por Maison du Lierre. ¿Recuerdan la rue Huguerie, que citábamos al hablar de Goya? En el número 57, detrás de una fachada decimonónica pero muy discreta, se esconde una auténtica sorpresa: descansar a la puerta de tu habitación no al lado de un jardín, sino dentro de un jardín en plena ciudad.

Patio del hotel Maison du Lierre. (Foto: La Crónic@)
Patio del hotel Maison du Lierre. (Foto: La Crónic@)

Por si hiciera falta algún argumento más, la atención en la recepción y en el servicio de desayuno es impecable y familiar. Además de estos cuartos hay más dormitorios, en altura y sin ascensor. Ya imaginará el lector cuáles son los que recomendamos…


Más información:

(Este reportaje se ha realizado con la colaboración del Comité Regional de Turismo de Nouvelle-Aquitaine)