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27 abril 2024
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EL PASEANTE / Cuidado con la ley de la gravedad

La fuerza de la gravedad, ejercida por los 6.000 trillones de toneladas del planeta, parece ridícula si con un ínfimo esfuerzo la vencemos a cada paso. Como ese árbol, en Miguel Fluiters.

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Una paloma acaba de cagarte en la coronilla. Te giras y por todo rastro de la guarra voladora sólo ves una pluma que, haciendo una última pirueta, casi un looping de aguerrido piloto, te acaricia la nariz antes de posarse mansamente en el suelo.

Para que todo eso se haya producido (el cagarro vergonzante y el vuelo de la pluma) se ha necesitado de toda la masa de la Tierra. La fuerza de la gravedad lo llaman y nadie sabe, a ciencia cierta y con física irrebatible, qué es lo que es. Newton se equivocaba, aunque le salieran los cálculos.

Andan buscando los científicos el gravitón que les saque de tanta desazón, por cuadrar de una vez a Einstein con la cuántica y dejar menos cosas pendientes de explicar. Lo persiguen, pero no saben cómo encontrarlo.

Podrían darse una vuelta por Guadalajara, allí donde a alguien se le ocurrió teñir de verde una calle con dinero que no era suyo. Con la pasta ajena siempre se trabaja mejor, quién lo duda, ya sea en un acelerador de partículas o antes de unas elecciones.

En Miguel Fluiters, más o menos por donde el caucho del pavimento ya se deshace al paso de los coches, uno de los árboles plantados en lo que eran aparcamientos saluda con gracia cortesana a la ley de la gravedad.

Ahí tienen al aprendiz de prunus haciendo una reverencia al personal como antaño prodigaban los gentilhombres. Y conste que usamos esa palabra con prevención, por arcaica y machirula. Pero el arbolillo es lo que sugiere: un aspirante a favores rendido ante la superioridad, sea esta Luis XIV o, como es el caso, buscando consuelo y descanso en el huidizo gravitón, que casi todo lo puede.

De la capacidad destructiva de lo más humilde se habla poco en los libros de Historia, quizá porque lo disperso es complicado de embridar en una definición, en una frase o en un manual al uso. Pero ahí está: la fuerza de la gravedad, ejercida por los 6.000 trillones de toneladas del planeta, parece ridícula si con un ínfimo esfuerzo la vencemos a cada paso, ya sea para andar o para hurgarnos la nariz e incluso para ejercer sin asomo de cansancio (cuando la edad lo permite y tenemos pareja) cualquier otra placentera actividad.

Y, sin embargo, la gravedad creó las galaxias.

Tú dale tiempo a la Naturaleza y verás lo que puede crear. Tú, dale tiempo al personal y verás todo lo que puede destrozar.


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