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13 abril 2024
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DANIEL TOUSET y TERESA BARTRINA / Una casa con vistas a las fotovoltaicas

Debemos exigir que estas plantas se adecuen a un espacio razonable; debemos exigir que haya un retorno directo para los municipios y que se puedan instalar servicios y actividades que generen empleo, no que lo erradiquen; debemos defender la biodiversidad tan rica que poseemos y, sobre todo, el desarrollo y el futuro de Guadalajara no pasa por seguir siendo la despensa y el basurero de Madrid. ¿O es que acaso queremos vender una provincia con vistas a una fotovoltaica?

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Desde hace más de 50 años, Madrid ha ido nutriéndose de la provincia de Guadalajara a base de recursos naturales y energéticos. Ejemplo de ello es el aprovechamiento del agua del Sorbe y otros pantanos, de las centrales nucleares y un largo etcétera. Ahora son los megaproyectos de plantas fotovoltaicas que ocuparán amplias zonas de Guadalajara para abastecer Madrid.

Ya conocemos el proyecto de Cifuentes/Trillo que abarcará más de 1.000 hectáreas. Y a éste se suman planes similares en la zona de la Campiña, con previsión de que ocupen una superficie todavía mayor que, sin duda, distarán en amplitud sobre las plantas ya presentes en cualquier parte de la provincia. Estamos hablando de tan solo de dos proyectos de instalación, que juntos generarían electricidad para cerca de medio millón de personas, una cifra que dobla a la población que vive en nuestra provincia. A estos proyectos sin duda seguirán otros, los pasos ya se están dando.

A la vista está que las empresas promotoras de energía fotovoltaica están realizando precontratos con los agricultores de la zona. Así, estas promotoras se aseguran los terrenos para poder ubicar las megaplantas fotovoltaicas en caso de que éstas superen todos los trámites administrativos, incluyendo un informe ambiental y alegaciones públicas. Si consiguen las autorizaciones, el paisaje de nuestra provincia se transformará drásticamente.

Los extensos campos de cultivos podrán ser sustituidos por una sucesión de huertos solares vallados perimetralmente. El último ejemplo de esto es el megaproyecto de más de 800 hectáreas que se quiere construir en los términos municipales de Cubillo de Uceda, Casa de Uceda, Villaseca de Uceda y Viñuelas. El informe ambiental y técnico de este megaproyecto se acaba de presentar para alegaciones públicas con el objetivo de poder completar la solicitud de Autorización Administrativa Previa y Aprobación del proyecto.

A este megaproyecto en La Campiña hay que añadir los planes en Mesones y El Casar, que pueden hacer que tengamos más de 1.300 hectáreas continuadas de megaplantas fotovoltaicas.

Todos estos términos municipales son territorios golosos para la nueva burbuja, la de los huertos solares, que sustituye a la anterior. Sin duda, hay que apoyar la energía solar como alternativa a los combustibles fósiles. De hecho, en toda Guadalajara se han instalado plantas fotovoltaicas de tamaño medio que ayudan a la descarbonización del planeta. Es más, tenemos ejemplos diversos en Fontanar, Sigüenza, Sayaton, El Casar…

Nuestro territorio todavía tiene capacidad de acogida para nuevos proyectos de mediana-pequeña envergadura, pero ¿podemos realmente acoger grandes proyectos fotovoltaicos?, ¿qué puede suponer para la ciudadanía y para nuestro territorio que además del proyecto de Cifuentes-Trillo ahora se quieran instalar más de 1.300 hectáreas de paneles fotovoltaicos en la comarca de la Campiña?, ¿Cuántos megaproyectos nos esperan?

Las nuevas plantas solares que vienen son megaproyectos para suministrar electricidad a Madrid y para ser rentables necesitan abarcar mucho terreno.

Debido a que estas extensiones se encuentran valladas, las megaplantas provocan una gran fragmentación del territorio y la desaparición de extensos terrenos utilizados tradicionalmente para la agricultura de secano y para la ganadería extensiva. Durante el tiempo que duren los contratos de alquiler de terrenos a las eléctricas (aproximadamente 25-30 años), una gran parte del territorio quedará en desuso para las actividades primarias y también para actividades tradicionales en el mundo rural como puede ser la caza.

Es obvio el impacto que las megaplantas van a tener en nuestro paisaje y medio natural. Nuestra provincia tiene una gran biodiversidad sustentada en la combinación de bosques autóctonos (encina, quejigo, enebro) con áreas abiertas de barbechos y cultivos de cereal que han propiciado la gran riqueza en rapaces y aves de la que gozamos actualmente en nuestro territorio.

La desaparición de los extensos cultivos de secano conlleva la desaparición de las aves esteparias y asimismo la desaparición de terrenos de campeo y alimentación para las rapaces.

Por todo ello, cabe preguntarse si las megaplantas en realidad acaban con las formas de vida del mundo rural, en lugar de impulsar su desarrollo. ¿Estas megaplantas dan puestos de trabajo? No, tan sólo se crean puestos de trabajo durante las obras de construcción y desmantelamiento. Cada hectárea que se deja de cultivar o se deja de explotar para la ganadería extensiva se traduce en la desaparición de puestos de trabajo vinculados con el modo de vida rural, y solo dan rendimiento económico a quienes son dueños del terreno.

Esta rentabilidad no permea al entorno rural ni dinamiza la economía de nuestros pueblos. ¿Cómo puede compensar tener amplios territorios vallados sin la posibilidad de ser arrendados ni cultivados?, ¿cómo puede compensar la desaparición de terrenos para la ganadería extensiva o para la caza, por ejemplo?, ¿cómo puede compensar la desaparición de la fauna y avifauna que ahora disfrutamos y protegemos? Sin duda, el impacto socioeconómico y ambiental no será compensado por el posible beneficio que puedan generar estas plantas.

Por otro lado, debemos plantear un desarrollo ordenado para la provincia, que tenga en cuenta el impacto en términos socioeconómicos y ecológicos y que repercuta en el bienestar de la ciudadanía.

Debemos exigir que estas plantas se adecuen a un espacio razonable; debemos exigir que haya un retorno directo para los municipios y que se puedan instalar servicios y actividades que generen empleo, no que lo erradiquen; debemos defender la biodiversidad tan rica que poseemos y, sobre todo, el desarrollo y el futuro de Guadalajara no pasa por seguir siendo la despensa y el basurero de Madrid. ¿O es que acaso queremos vender una provincia con vistas a una fotovoltaica?

Teresa Bartrina
es Licenciada en Geología por la Universidad Complutense y presidenta de la asociación La Campiña Verde

Daniel Touset López
es diputado provincial por Unidas Podemos Izquierda Unida