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22 marzo 2024
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Estambul, puerta de Europa y de tu próximo viaje de ensueño

Lo dijo Napoleón, que entre guerra y guerra sabía mirar el mundo desde su corta estatura pero con su larga vista: “Si la tierra fuere un solo estado, Estambul sería su capital”. No se equivocaba. Pocas ciudades en el mundo pueden ofrecer tanto como Estambul. Por eso, hoy nos acercamos para recordárselo, y mostrárselo, a los lectores de LA CRÓNICA y de IDEAS PARA VIAJAR.

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Situada entre oriente y occidente, Europa y Asia y capital de tres imperios (bizantino, romano y otomano), Estambul es la ciudad más grande y moderna de Turquía, epicentro cultural, industrial y económico.

Turquía, a partir del 1923 es una república, pero hasta 1930 la ciudad no fue renombrada, de forma oficial, Istanbul (Estambul). Visitar joyas arquitectónicas como Santa Sofía, Palacio Topkapı, la Mezquita Azul, te transporta a otros tiempos en la historia.

Paseando por sus calles se puede degustar una de las mejores gastronomías del mundo, hacer compras en el Gran Bazar, el mayor mercado cerrado con más de 4000 tiendas, hacer un crucero por el Bósforo, relajarse en un baño turco (Hamam) y disfrutar de la noche por los barrios de Galata, Cihangir, karaköy, animadas zonas salpicadas
de cafeterías, restaurantes y bares.

El recién inaugurado aeropuerto, Istanbul New Airport, situado en una llanura cerca de la costa del Mar Negro a 35 kilómetros del centro histórico de la ciudad de Estambul, es uno de los más grandes del mundo, con capacidad y calidad para competir con los aeropuertos mejores de cualquier parte del planeta.

Estambul ha acogido en el curso del 2019, un total de 14,9 millones de turistas de todo el mundo, convirtiéndose así en la tercera ciudad más visitada de Europa.

Y si necesitas un poco más de inspiración, lee lo que publicaba en 2016 un colaborador de IDEAS PARA VIAJAR, a propósito de Santa Sofía, en una mañana de diciembre, porque cualquier momento es bueno para visitar esta ciudad…

Estás encaramado a un alféizar que, por su altura, no está pensado para mirar. Lo trazaron así para dejar entrar la luz que en este diciembre se resiste a hacerlo.

Recorres el camino inverso de los rayos, si es que la luz no ha dejado de ser una línea recta entre la neblina, y miras.

Te encuentras de bruces con la historia.

La lluvia se va quedando, gota a gota, engarzada en esas pequeñas cúpulas de Santa Sofía, hermanas menores de la que cubre el ombligo del mundo. La escalera de madera, acostada sobre uno de los ventanos, recuerda el mástil de un sitar sin cuerdas. ¡Sería un gran espectáculo ver a un obrero pasando de cúpula a cúpula por ese delgado y estrecho madero que quedó olvidado tras la última reparación! Tú jamás lo harías, víctima del vértigo, aunque disfrutes sin compañía de estas alturas, que son solo tuyas, sin turistas alrededor.

El suelo que Constantino pisó es hoy un desvencijado almacén de recuerdos en esta mañana fría en el confín de Occidente. Para asomarse al pasado es mejor hacerlo desde aquí.

No hay sol hoy en Estambul. El cielo y la tierra quedan unidos por esa agua mansa, acariciadora, que da brillos de terciopelo a los rincones de la ciudad antigua.

Lloran las cornisas sin canalones. Parece que nadie recuerda las lágrimas y el sudor de las huestes de Dándolo, el veneciano.

Constantinopla. Estambul. Bendecida por dos dioses, protegida por dos continentes, maldita por la codicia humana, renacida durante siglos entre fastos y saqueos.

El mundo se desvela en este momento sin tiempo en la penumbra de Hagia Sophia, de donde viene el sonido de las pisadas que apenas llenan el vacío de un templo sin culto.

En ese aire sin aliento hay vida: se cruza la mirada penetrante que surge de un mosaico y la llamada del muecín a la oración. Contigo como testigo.

Enrico Dándolo, gentilhombre y depredador veneciano, enriqueció los palacios de sus compatriotas con las joyas de Constantinopla. Sus huesos ya no reposan aquí, en su Santa Sofía conquistada. La eternidad le duró poco, apenas hasta que su cuerpo fue profanado y sus huesos dados a los perros de sus enemigos bizantinos. No los quisieron.

Así se cruzan la historia y los pensamientos en este punto, en este día.

Ni Dándolo fue el mayor peligro para la Humanidad ni esa cúpula verdeazulada que observa el viajero puede ser considerada la estampa más impresionante de la vieja basílica.

Salvo que sea la cúpula la que realmente te mire a ti, asomado al alféizar para atisbar una ciudad en la que el terror antiguo llega a parecer hermoso.

 

Más información:

Consejería de Información de la Embajada de Turquía en España
Turismo de Turquía

C/ Antonio Maura nº 18 – 2 D 28014 Madrid
Telfs. 915597014 / 915597114

Web: http://www.turismodeturquia.org
E-mail: [email protected]