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27 abril 2024
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La curiosa historia, con involuntario origen español, del Meninho Jesús da Cartolinha

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Si la mejor justicia es la que se aplica sin aspavientos, en ese caso hay que acudir sin dilación a Miranda do Douro, pasarse por su catedral y echar cuentas de cómo se aplica en lo divino y en lo humano bajo esos mismos nobles techos, al abrigo de la piedra y de la historia.

Es esta Sé mirandesa un edificio recio, como tantos que lo son en la frontera, más inclinados a ser fortaleza o parecerlo, incluso aquellos que no tienen trazas románicas sino renacentistas, como es el caso.

El viajero curioso no dudará en franquear su portada y, justo allí, se encontrará con un viejo amigo desconocido. ¿Acaso no somos todos los pecadores del mundo parte de una misma cofradía? Sin conocer a ese Lourenzo que yace a nuestros pies, sabemos que es uno de los nuestros. “Aquí yace Lorenzo Machado, el mayor pecador; pide que le recen un padrenuestro y un avemaría” se traduce del portugués. Y lo mandó dejar escrito en las postrimerías del XIX, el siglo más comecuras de cuantos ha corrido Europa. Más pecados tiene cometidos Auguste Blanqui en el París de todas las revoluciones… y la capital de Francia le viene respetando desde hace más de un siglo la calle que le dedicó. Al menos, éste nos hace enternecer con su lápida.

A nuestro ya acreditado amigo Lourenzo nadie le pone los pies encima, ni por error. En cambio, al obispo de Miranda que cambió la sede por Bragança, raro es el que no lo ultraja sin querer, enterrado como está delante del Niño Jesús de la Cartolinha, tránsito incesante en el crucero catedralicio. Fue el 17 de noviembre de 1764 cuando el obispo Aleixo de Miranda Henriques casi apuntilló a Miranda, quitando curas y seminaristas. La rivalidad sigue y más que escondida, evidente.

La Sé, concatedral en realidad, se mantiene y agrada a los miles de turistas que cada año la visitan.

Buena parte del mérito de tanto ajetreo en peregrinación, sobre todo para los viajeros de los contornos, lo tiene el milagrero Niño Jesús, que comparte escaparates con los pauliteiros en las calles y veneración con todos los muchos santos que por estas naves tienen acomodo.

O Meninho Jesus da Cartolinha es puro naïf, tanto por su figura como por el ajuar, que en parte se muestra en una repulida vitrina mientras el resto se guarda en un enorme armario, a la derecha. Seguro que a cada visita que hagamos lo encontraremos ataviado de un modo distinto. A la imagen le agradecen los mirandeses su intercesión para librarse de los españoles, que los asediaban. En lo militar, la victoria pudo ser incontestable; en lo turístico, el feliz asedio español se prolonga cada fin de semana en este siglo, sin daños apreciables ni quejas entre los mirandeses.
 

“Aquí está él, el Niño Jesús de la Cartolinha, con su altura de dos cuartas, al cinto la espada de plata, la faja roja atravesándolo del hombro al costado, lazo blanco al cuello, y el gorro en lo alto de su redonda cabeza de chiquillo”.

Lo dice un sabio, ateo y comunista, llamado José y apellidado Saramago, que lo dejó escrito en su “Viaje a Portugal”.

Otro compañero, otro amigo que nos sale al paso del camino.
 
 

Para saber más de Miranda do Douro…

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