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29 marzo 2024
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Piden alargar la actividad de la nuclear de Trillo hasta los 60 años o más

El cierre de la central nuclear de Trillo está fijado para 2035, si no cambia el calendario establecido desde Madrid.

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La Sociedad Nuclear Española (SNE) ha reclamado este jueves la revisión del calendario de cierre de las centrales nucleares españolas para alargar su operación dado que sin su aportación no ve factible que España pueda cumplir sus objetivos de clima para 2030 y 2050.

En rueda de prensa para presentar los resultados de 2021, el presidente de la SNE, Héctor Dominguis, ha destacado que con el 6 por ciento de potencia instalada, la nuclear ha generado el 21 por ciento de la electricidad en España durante 2021, el 30 por ciento de la energía libre de emisiones y ha evitado a la atmósfera 20 millones de toneladas de CO2.

Desde este foro reclaman no sólo la revisión del plan de cierre y alargar la operación del parque nuclear 20 años más sino también establecer «un sistema fiscal justo».

Consideran que no se deberían desaprovechar las instalaciones que están «en perfecto estado de operación» y por ello plantean alargar su funcionamiento hasta los 60 años de actividad, como un primer paso y, a partir de ahí, considerar otras tecnologías que puedan alargar su vida útil más allá.

El caso de la central de Trillo

La central nuclear de Trillo es la más moderna de España, aunque iniciara su actividad hace ya más de un cuarto de siglo. Es la consecuencia del «parón» promovido en su día por el Gobierno y que nunca se rectificó. La instalación genera 1.300 empleos directos e indirectos en la zona. Su cierre está fijado para 2035, si no cambia el calendario establecido desde Madrid.

Según los planes vigentes para los 7 reactores activos en España, Almaraz (con el mismo rector que Trillo) cerraría en 2027. Luego le tocaría el turno a Ascó I (2029) y Cofrentes (2030). En 2033, se cerraría Ascó II y, en 2035, Vandellós y Trillo. Los residuos, almacenados en los contenedores del exterior, dentro de una nave, presumiblemente seguirían allí por tiempo indefinido, ante la incapacidad del Estado para concretar un almacén centralizado. En Zorita, que se ha desmantelado muy lentamente desde hace más de una década, los residuos se han quedado también.

No hace ni un año, en junio de 2021, Iberdrola se planteó abiertamente el cierre anticipado de Trillo. ¿Órdago empresarial? ¿Petición desesperada? ¿Estrategia coyuntural a cambio de futuras concesiones?

Lo de que Iberdrola se plantee cerrar Trillo no es especialmente novedoso, puesto que desde la compañía, principal propietario de Trillo, se vienen desvelando desde hace años pérdidas en la explotación de la nuclear alcarreña, como cualquiera puede comprobar en el Registro Mercantil.

El Anteproyecto de Ley contra los llamados «beneficios caídos del cielo» o windfall profits fue lo que desató en este caso y de nuevo las hostilidades. 

Los datos objetivos reflejaban que en 2020, como consecuencia de los bajos precios de la electricidad, las centrales nucleares tuvieron un flujo de caja negativo de unos 500 millones y unas pérdidas superiores a los 1.000 millones. Eso, sin que el sector dejara de satisfacer al Estado 700 millones en impuestos, más la «derrama» de Enresa. La coyuntura actual, con los precios disparados, es bien diferente sobre todo para los consumidores. 

Iberdrola ha acumulado ocho ejercicios consecutivos perdiendo dinero con esta actividad, hasta sumar resultados negativos por casi 1.500 millones de euros desde 2013. Dicho en otras palabras: desde que se creó formalmente Iberdrola Generación Nuclear en 2012, no ha ganado un solo euro para los accionistas de la empresa.

Las torres de refrigeración de la central nuclear de Trillo vuelven a dejar ver sus penachos de vapor de agua.
Las torres de refrigeración de la central nuclear de Trillo con sus penachos de vapor de agua.

La electricidad, cargada de impuestos

El 30 por ciento de la factura de la luz corresponde a costes de operación y el resto son tasas. Desde el sector se recuerda que la presión fiscal sobre la nuclear es «tremenda». «Cualquier industria sujeta a la misma presión está condenada a muerte por asfixia. No hay industria que lo pueda soportar», ha asegurado.

Dominguis no descarta la posibilidad de que el calendario de cierre cambie porque asegura que incluso si el PNIEC se cumple «no se llegaría al cien por cien renovable» y aboga precisamente por modificar esta hoja de ruta energética nacional, aunque admite que ese aspecto compete a la conversación entre las eléctricas y el Gobierno. Aun así, insiste en que «no vemos que sea técnicamente factible prescindir de la energía nuclear en estos años que marca el calendario de cierre y cumplir los objetivos climáticos a 2030 y 2050».

La guerra de Ucrania y el uranio ruso no influirán 

Este portavoz se ha referido incluso al impacto potencial que puede tener un hipotético aumento del precio del uranio (Rusia es uno de los principales exportadores del mundo) a consecuencia de la guerra en Ucrania y confía en que no se producirá una «subida relevante», pero ha añadido que llegado ese caso, el impacto en el precio de la energía nuclear sea «mínimo» puesto que el combustible supone en torno a un 5 por ciento de los costes de la central.

Dominguis ha defendido el papel de la energía nuclear para que el sistema eléctrico sea competitivo y, al mismo tiempo se garanticen la seguridad de suministro, la sostenibilidad ambiental y la independencia energética del exterior, dado que esta fuente energética opera 24 horas los 365 días del año lo que la convierte en «la que más horas opera a lo largo del año», con un más de un 87% de factor de operación, y ha evitado la emisión a la atmósfera de 20 millones de toneladas de CO2.

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