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19 abril 2024
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Quien quiso, tuvo indulgencia plenaria yendo a Sigüenza

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En junio de 2018, coincidiendo en el día en que se conmemoraba que 850 años antes, y como consta en documentación escrita y en documentación epigráfica, el obispo Joscelmo se consagró,  o dedicó litúrgicamente para el culto divino, la catedral de Sigüenza, empezaba el Año Jubilar. La construcción del edificio había comenzado tras la reconquista de Sigüenza y la restauración de la diócesis, en 1124, por parte del obispo Bernardo de Agén.
 
La prueba epigráfica de la consagración de la catedral es un crismón, esculpido en el dintel de la torre del Santísimo o del Gallo, al lado de la capilla del Doncel. En esta capilla, que poco después se dedicó al santo mártir británico del siglo XII Tomás Becket (el obispo Joscelmo era también inglés), pudo tener lugar la celebración de la consagración de la catedral seguntina.  Desde entonces, como recoge el actual y renovado «Libro propio de la Misa de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara» (página 18), se celebra la efeméride, con rango de solemnidad en la catedral y de fiesta en el resto de la diócesis.
 
Con motivo de estos 850 años, la catedral de Sigüenza ha acogido y celebrado Año Jubilar desde el 19 de junio de 2018 al 19 de junio de 2019.  Esto significa que los 366 días que incluyen ambas fechas citadas del Jubileo de la catedral de Sigüenza, han sido días, todos ellos, con posibilidad  de recibir las gracias jubilares otorgadas por el Vaticano: la indulgencia plenaria.
 
A las seis de la tarde comenzaba el acto, incluido en una ceremonia religiosa, con una procesión inicial en la que, desde la Sacristía de las Cabezas, desfilaron por nave catedralicia cerca de un centenar de sacerdotes de la provincia, la gran mayoría de cuantos ejercen su labor en Guadalajara. Detrás de todos ellos, el obispo de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara, Atilano Rodriguez, con el incensario, con el que entronizó la insignia que simboliza la Catedral, antes de empezar la misa. Fue el obispo quien presidió la solemne eucaristía en el crucero de la catedral, llenó de fieles para la ocasión. Entre ellos se contaban el entonces alcalde de Sigüenza, y presidente de la diputación, José Manuel Latre; el también por entonces delegado de la Junta en Guadalajara, Alberto Rojo; el que todavía era alcalde de Guadalajara, Antonio Román y el tampoco es ya subdelegado del Gobierno en Guadalajara, Juan Pablo Sánchez, entre otras personalidades civiles y militares locales, provinciales, regionales y nacionales. 
 
El papa Francisco, a petición del obispo de Sigüenza-Guadalajara, Atilano Rodríguez, había concedido a la catedral de Sigüenza un Año Jubilar, con ocasión del 850 aniversario de su consagración o dedicación litúrgica. Se trata del primer año jubilar que la Santa Sede concede en la historia a la ciudad de Sigüenza y a la diócesis. Jesús de las Heras, deán de la catedral, dio lectura a la Bula de concesión del Jubileo, momento que se considera el inicio del año Jubilar.
 
A continuación tenía lugar la entronización del Cirio Jubilar y de la Cruz Jubilar, ambos decorados con motivo de esta especial ocasión. El Jubileo de la catedral de Sigüenza tiene un logo, una imagen institucional, que ha realizado el diseñador Carlos Aragón, inspirado en el crismón del dintel de la torre con el que fue consagrada la catedral de Sigüenza. La Cruz incluye la frase bíblica «Domus Dei, porta coeli» (Génesis, 28, 17), que significa «La Casa de Dios es la puerta del cielo», frase que tiene mucha resonancia en la historia de Sigüenza ya que su universidad (siglos XV a XIX) estuvo dedicada a san Antonio de Porta Coeli y este nombre es del actual colegio público de la ciudad y de una calle.
 
Después de la homilía, pronunciada por Atilano Rodriguez, en el Credo, como expresión de mayor solemnidad,  se procedía a tomar la luz de Cirio Jubilar para repartirla en la Asamblea. Además, el Credo se cantó  en latín, como hace 850 años. En los ritos finales, se dio lectura al decreto de las indulgencias.
 
En resumen, el beneficio espiritual del Año Santo o Jubilar es el perdón de los pecados. Para lograrlo, el cristiano debe alcanzar la indulgencia plenaria, viviendo activamente el Jubileo y cumpliendo las disposiciones establecidas por la Santa Sede.