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22 abril 2024
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EDITORIAL / Page, presidente

Page tiene complicado llegar a ser presidente del Gobierno de España alguna vez, una idea que rondaba en la cabeza de muchos hasta casi anteayer.

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Mucho se ha escrito en el último siglo sobre los lapsus freudianos, sus orígenes y sus revelaciones. Los análisis del vienés en la materia siguen siendo citados, con más autoridad que todo lo relativo al psicoanálisis, mucho más denostado. En una sociedad al borde del frenopático, el legado de Freud es algo digno de tener siempre presente. Por si acaso.

A Gerardo Cuerva, vice de la CEOE por la vía de Cepyme, no le falló el subconsciente sino que era muy consciente cuando apelaba a Emiliano García-Page como Presidente del Gobierno. Así, sin más.

Andan los empresarios revueltos –pero no más que buena parte de la población española– por la amnistía, la inflación, la inequidad fiscal entre los territorios, los ataques a la Corona los días pares y los días nones, la fatuidad de algunos ministros en funciones y la pervivencia de un Gobierno que ya tendría que ser cesante. Con la venia de Puigdemont, y precisamente por eso, los tiempos que vivimos no son nuestros, sino del fugado a Waterloo.

En aquella tierra valona, de vez en cuando aún siguen aflorando huesos de los caídos en la batalla de aquel 18 de junio de 1815. Mucho ha llovido desde entonces. Y en Bélgica, más.

En España se le han ido acumulando los cadáveres a Pedro Sánchez, osamentas que no están en las agrupaciones locales de su partido sino en los mentideros de la nación más preocupada. En las sedes del PSOE la militancia que aún paga la cuota se ha acomodado, y a las primarias hay que remitirse, a seguir al líder sin más dudas que sobre a quién odiar más: si a la derecha o a la derecha a la derecha de la derecha.

Mientras la periferia peninsular se encabrita más y más con la expectativa de una mayor ganancia para sus localismos (con o sin barretina), desde el centro las cosas se miran de otro modo, menos ardiente, más desanimado. Es lo que se siente, por ejemplo, en Castilla-La Mancha.

Aquí, a Emiliano García-Page se le ha respetado durante años por su valor como referencia, en aplicación de un sentido común de ida y vuelta entre los votantes y el votado. Sin añoranzas de la botada, más efímera de lo que cualquiera pudo prever.

Ahora, en 2023, al jefe de la cosa regional se le está empezando a mirar de un modo crecientemente desesperanzado en proporción a la expectativa generada. Su discurso se mantiene y se reitera, tanto como la falta de resultados. ¿Cuál ha sido en los últimos meses la capacidad de influencia conseguida intramuros de Ferraz? Escasa, por no decir nula. Fuera de toda duda, infinitamente menor que la alcanzada en los medios de comunicación, donde se le esgrime casi a diario, para amarle o para odiarle.

Entre medias estamos todos los demás, tanto los paisanos como el resto de compatriotas, si es que aún esa palabra puede usarse sin pedir disculpas, a la espera de que García-Page desenmarañe el nudo socialista: una filas propias prietas y marciales, pastoreadas con eficacia por la cúpula del partido y una calle donde se palpa una continua tendencia a la baja en el apoyo electoral, que terminará reventando más pronto de lo que quisiera Sánchez y más tarde de lo que la atenuación de daños aconsejaría.

Page tiene complicado llegar a ser presidente del Gobierno de España, una idea que rondaba en la cabeza de muchos hasta casi anteayer, calculando que dejaría a medias esta legislatura regional para plantar sus reales en Madrid y prepararse el asalto al poder nacional desde la oposición. Falló Feijóo, como fallaron las encuestas y todas las previsiones.

Desde julio, como desde hace un lustro, el PSOE gobierna. O desgobierna. Ese es el problema, la contrariedad, la contradicción y el reto para el político toledano que lleva las tres cuartas partes de su vida subido a un coche oficial.

Se llama Emiliano García-Page y es presidente. Algunos le quieren más presidente todavía. Difícil está. Aunque quizá no sea imposible.

España es un país extraño. Para eso y para más.


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