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17 abril 2024
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Una dura corrida para acabar la feria de Guadalajara

Final apocalíptico para una feria que empezó brillante, continuó a plaza llena y fue decayendo en los dos últimos festejos. Román se dejó vivo al que cerraba plaza. Sánchez Vara cortó una oreja del cuarto. Sergio Serrano, anduvo limitado.

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Por la puerta grande salieron este domingo, a hombros, Morante, Talavante y Roca Rey, después de desorejar a los de Núñez del Cuvillo, a plaza llena. ¿En Guadalajara? No. El éxtasis lo vivieron en Salamanca, que en el 18 de septiembre de 2022 fue el ejemplo más ajustado sobre suelo español de lo que en el tiempo actual se espera, y desea, que ocurra, sobre un ruedo.

En la capital de la Alcarria se vivió el epílogo del pánico que ya por la mañana se había adueñado del recorrido del encierro, con los mismos toros de San Martín.

Pánico, que es el «miedo o terror extremado o muy intenso y que a menudo es colectivo y contagioso», hace alusión al dios Pan de los griegos, un auténtico cachondo en lo sexual pero más feo que los más feos que uno se cruza por la calle: calzaba, además de otros atributos, cuernos y patas de cabra, cola y barba de chivo.

Mucho más agraciados que el dios Pan eran todos los de San Martín que salieron este domingo por la puerta de chiqueros. Sustituían a los que había enviado el esperadísimo Adolfo Martín que, de puro esmirriados, no habían dado en la báscula, ninguno, el peso mínimo reglamentario en el momento del desembarque en Guadalajara.

Sánchez Vara, oreja

Tan bien presentados estaban los sustitutos, o así se les quería ver, que el que abrió plaza recibió la primera ovación del público a un cornúpeta en toda la feria. Sánchez Vara también lo vio… e hizo lo que pudo. Como la dicha suele durar poco, las verónicas de recibo fueron suaves por la escasa fuerza del animal, que a duras penas llegó al tercer lance sin cantarla.

El diestro alcarreño hizo lo preceptivo en estas circunstancias: banderilleó para ser ovacionado, brindó al público para mantener alta la expectación y procedió a un último tercio en el que poco de enjundioso se pudo apreciar. Dos estacadas bajas precedieron a los problemas del puntillero para acabar con el primero.

En el cuarto de la tarde, Sánchez Vara buscó la oreja hasta conseguirla. Inició a la vera del tendido 1 con una larga cambiada, rodilla en tierra y lanceando bien de capa. Con tres chicuelinas al paso llevó a este toro lucero (el mismo que había sembrado el pánico en Capitán Arenas horas antes), con una colada final, teórico aviso para navegantes.

Pero como la casta brava encierra más misterios insondables que un tratado de física cuántica, este de San Martín, que parecía un toro para citarle de largo y esperar de él pases inacabables… se le cayó a los pies al alcarreño tras el tercer derechazo. Media estocada fue suficiente para tumbarlo tras consumar la faena. Cuatro descabellos fueron precisos para pasaportarlo.

Sergio Serrano, impedido

Sergio Serrano no quiso renunciar a este contrato, pero el albaceteño no estaba en condiciones para torear y menos ante un encierro tan exigente. Si la recuperación de la brutal cogida del 30 de julio en Azpeitia ya estaba siendo complicada, en la víspera de comparecer en Guadalajara un vitorino lo había mandado a la enfermería en el cierre de la feria de Albacete.

Así las cosas, optó por dejar con un solo puyazo a otro San Martín bien presentado que, ya en la muleta, no ocultó sus intenciones nada más empezar: una fea colada como saludo, que indujo a Serrano a pasar de inmediato a la izquierda. A partir de ahí, lo imposible: o no embestía o se colaba, sin término medio. Y cuando hizo algo parecido a pasar, la embestida era siempre incierta. Era todo tan a contrapié de lo que se acostumbra en la lidia «moderna» que la banda se arrancó con la música de un pasodoble cuando el diestro comenzaba el macheteo. Todo se consumó con una media en su sitio y varios descabellos.

Lo visto en el segundo se acentuó en el quinto, en toro y torero. El astifino «Cidrón» reventó el burladero del 6, casi arrolló a un subalterno ante los ayes generales del tendido y a punto estuvo de ensartar a otros dos peones más cuando ya se resguardan en el del tendido 8. Lo que se viene denominando «sembrar el pánico en la plaza», aproximadamente. Así se comprende que los pares de banderillas cayeran uno tras otro al bien cuidado ruedo. También se entiende que ahí no hubiera un solo pase que sacar por un Sergio Serrano que cada vez andaba peor sobre la arena. Y eso no es metáfora, sino clínica realidad.

Román, incapaz

Román, ese valenciano por algún tiempo residente en esta provincia, tuvo la suerte de ver cómo al cárdeno que hacía tercero se le devolvía de vuelta a los corrales, por evidente necesidad: comenzó a arrastrar las patas nada más salir; él, espléndido animal en la dehesa, que tanta fiereza había demostrado al amanecer en Bejanque, destrozando talanqueras…

El sobrero, de la misma familia ganadera pero de encaste Domecq, le permitió al levantino aplicar su toreo honesto con la muleta, especialmente en una buena tanda de naturales tras las tres con la derecha que habían dado inicio al tercio. A partir de ahí, lo esencial fue aguantarle los parones eternos al toro, cada vez más aplomado, hasta llegar al desplante final, recurso casi preceptivo para recibir una sonora ovación. Dos estocadas idénticas, medias y tendidas ambas, llegaron poco antes del primer aviso, que también era el primero de toda la feria.

Le debió saber tan a poco a Román un solo aviso que aguantó hasta recibir los tres de reglamento en el sexto para evitarse tener que matar a un toro, «Corchero», al que mandó barrenar y al que no pudo en ningún momento de la lidia. Un toro imposible y un diestro anhelante de que pasara pronto ese cáliz, tan amargo.

El toro, por su aviesa condición, hizo la mejor pelea en varas de toda la feria en la primera que recibió. No así ya en la segunda, que fue además ración doble. Cambió el tercio el presidente y el picador, atento a los deseos de quien le paga, le enjaretó otras dos más, por su cuenta, entre la bronca de un respetable al que no se estaba respetando.

Los banderilleros se jugaron la vida una y otra vez, hasta que Toquero sacó de nuevo el pañuelo, para acabar una agonía innecesaria. Recibió el presidente las iras de muchos, al parecer deseosos de seguir viendo y padeciendo aquello.

Macheteó de inmediato Román y procedió a procurar matar, a paso de banderillas. Al sexto intento, aún tuvo que salir corriendo de la cara del toro. Sánchez Vara, director de lidia, abandonó el burladero para pisar la arena segundos antes de que sonara el primer aviso. Luego llegaría el segundo. Y el tercero.

Final apocalíptico para una feria que empezó brillante, continuó a plaza llena y fue decayendo en los dos últimos festejos. Que cada cual la cuente según le fue y según la vio. Que es, precisamente, lo que LA CRÓNICA ha intentado hacer en este 2022 del reencuentro tras la funesta pandemia. Los enlaces adjuntos servirán para recapitular sobre todo ello.

Lo que venga en 2023, con Matilla de nuevo al frente, ya se verá.

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