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18 abril 2024
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AUGUSTO GONZÁLEZ PRADILLO / Guarinos puede ser alcaldesa con los mismos votos con los que Román perdió en 2019

Según van pasando los días, llega el momento de recapitular sobre qué es lo que pasó el 28 de mayo de 2023, más allá de las declaraciones apresuradas de ganadores y perdedores. Los vecinos de Guadalajara no están libres de asistir a una película de terror "gore" si quienes les tienen ganas a los nuevos alcanzan la Delegación de la Junta o la Diputación para convertirlo en púlpito o casamata.

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Según van pasando los días, llega el momento de recapitular sobre qué es lo que pasó el 28 de mayo de 2023, más allá de las declaraciones apresuradas de ganadores y perdedores. En lo que relativo a Guadalajara, nunca 11 votos han valido tanto.

Ni siquiera una docena. Han sido 11 más los votantes que el PP no tenía en 2019 y que ahora tiene. Hace cuatro años, aquello supuso un derrumbe catastrófico de Antonio Román, el fin de una era. En este 2023, sin apenas crecer (sólo esos 11 de la fama, como si habláramos de los conquistadores de América) a Ana Guarinos le ha supuesto ganar un concejal y aspirar a ser alcaldesa. El máximo aprovechamiento con los mínimos recursos. Si es marca de la casa, que se guarde la fórmula para futuras necesidades y para cuando tenga que echar cuentas con el presupuesto municipal.

A la previsible sucesora de Alberto Rojo, Antonio Román, Jesús Alique, José Maria Bris, Blanca Calvo y Javier de Irízar se le han ordenado los astros de tal manera que ni lo más cercanos esperaban algo así. Noche electoral de infarto, sí, pero también de sorpresas, sobre todo en la otra orilla.

Alberto Rojo ha perdido habiendo ganado, lo cual entraba en las cábalas posibles, pero no deja de ser una de esas servidumbres, quizá algún día revisables, de nuestra democracia. Verse apeado del poder no ha sido lo peor que pudo pasarle, a la vista de cómo se perfilaba el recuento. Ni a él ni a los 16.877 que le votaron, aunque quizá todavía no lo sepan.

Los plenos de estos últimos cuatro años de mandato, tantas veces anodinos, se encrespaban siempre en la misma dirección: acerbas réplicas del PSOE (de forma reiterada por Sara Simón y Lucía de Luz, pero incluso por el alcalde, supuestamente tan moderado) hacia, contra, sobre y a causa de Jorge Riendas, el único concejal de Aike. Ha sido para verlo, a veces con la incomodidad que da la vergüenza ajena, el reiterado afán de desprestigiar a este oponente… que ha estado a punto de convertirse en su socio, en la persona de Susana Martínez. Torturas chinas de Fumanchú se vislumbraban en el horizonte mediado el recuento.

De haber entrado la aguerrida bibliotecaria en el salón de plenos en un 12+1, que habría sido mayoría de gobierno, a saber hasta dónde habría llegado el penar de los socialistas y hasta qué nivel la ambición de quien habría tenido en sus manos todo el poder municipal con un solo asiento. Así le ocurrió a Alique con Jordi Badel y todavía hoy se podrían recuperar, psicofonías mediante, los gritos que se provocaban por los pasillos unos contra otro y otro contra unos en aquellos agitados años.

Pero no ha habido caso. El PSOE de la «Guadalajara viva» murió a pocos metros de la orilla, ahogado en su pretensión de aglutinar en sí a toda la izquierda de la ciudad, a los que van a misa, a los inmigrantes, a los hosteleros, a los del Dépor, a los vecinos más periféricos, a los jóvenes con una entrada en la mano para este o aquel festival… Tanto esperaban que alguno quizá no lo haya asumido. Lo de intentar entenderlo e interiorizar culpas está más lejano todavía.

A la falta de esos penúltimos apoyos contribuyó, aunque poco, Alfredo Vicente Ruano, con una campaña de tan escaso fuste que socavó el pretendido suelo de Unidas Podemos. Esto ya no es lo que era.

De Ciudadanos solo cabe desear que el último que salga apague la luz con donosura y elegancia. Todos lo demás ya es en vano.

Vox, mirando y contando cartas.

¿Y Guarinos, qué? Pues esperando.

No parece que haya otra posibilidad distinta, para el 17 de junio, que verla empuñar la vara de mando, Vox mediante. Hasta ahora, los que están en los secretos han coincidido en valorar positivamente el carácter de Javier Toquero, que no está solo: a su lado hay tres nuevos concejales, con voz y voto en la medida que permite un partido tan vertical como ese. Y fuera de Guadalajara los hay que también habrán de opinar y aspirarán a tutelar. Va a ser, sin duda, un espectáculo entretenido aunque no lo veamos, por lo que trascienda.

Con todo lo anterior, el lector habrá podido llegar a intuir que referirse a Ana Guarinos como si ella fuera el único sujeto eficiente de esta historia sería un error. A la molinesa recriada en Zaragoza y fortalecida últimamente en Toledo le faltan sonrisas y le sobra hosquedad, aunque ha ido mejorando notablemente, todo hay que decirlo. Progresivamente, en las distancias cortas ha ganado de forma cierta, transmitiendo incluso algo parecido al cariño. Lo impensable cuando empezaba hace ya dos décadas de concejala en la capital del Señorío, esa nueva imagen más amable, puede convertirse en una de sus señas de identidad ahora, como al alcaldesa. Para los mamporros tiene a otros, aun siendo escaso el equipo.

A Guarinos y a quienes la rodean les puede llegar a costar mucho trabajo escapar de lo que quienes menos les aprecian esperan de ellos. Si fueran fieles al estereotipo, se enfundarían el mono de poceros, buscarían en los pozos negros del Ayuntamiento y aventarían la mierda, al tiempo que procederían a ajustarle el cinturón a la Hacienda municipal al mismo modo que los anteriores estaban dispuestos a hacer: sin conocimiento.

Los vecinos de Guadalajara no están libres de asistir a una película de terror «gore» si quienes les tienen ganas a los nuevos alcanzan la Delegación de la Junta o la Diputación para convertirlo en púlpito o casamata, investidos con la túnica del apostolado woke y lanzando fuego graneado de información privilegiada. Hay nombres calentando en la banda. Ya solo falta que quien manda en eso levante el pulgar.. y se equivoque. O no.

Tras este análisis, que pretendía ser somero y ha resultado agotador, lo mejor que uno puede desear (y pedir a los contendientes) es que rebusque en la historia local y recuerden cómo se las apañaron Irízar y Tomey, Tomey e Irízar, para sacar adelante la capital de esta provincia, sobre todo en lo que era sustancial e inexcusable. Para hacerlo les bastaba con descolgar el teléfono, porque aún no existían los móviles. Y con el auricular de baquelita cada uno en su respectiva oreja, hablar hasta entenderse. Y cumplir la palabra dada. Eso eran cosas que pasaron aquí en otro siglo, hace décadas. Política de otros tiempos.

Ojalá no lo echemos de menos, si empieza el tiroteo y esto se embarra mientras los problemas siguen y la vida pasa.


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