Naharros es una pedanía de La Miñosa, en el norte de la provincia de Guadalajara, que destaca por su baja población: apenas 4 vecinos, según algunos oráculos de Internet. El Instituto Nacional de Estadística lo rebaja aún más, dejando el censo de empadronados en apenas dos personas, un hombre y una mujer en 2023.
A los lectores de LA CRÓNICA les resultará familiar tanto este pequeño pueblo como su lucha contra una mina a cielo abierto, sea por lo ya acometido como los nuevos planes de la concesionaria.
El pasado mes de febrero, este diario informaba muy ampliamente de la resolución de la Delegación de Desarrollo Sostenible de Guadalajara por la que se desestimaba el nuevo proyecto de mina en Naharros, denominado Sierra Bajera, por considerarse “inviable desde el punto de vista ambiental”. Quien esté interesado en recordar todos los pasos administrativos, los tiene a su alcance en ese enlace.
Ahora, quienes están vinculados a Naharros aunque sea desde la distancia han encontrado nuevos argumentos en la persona de Encarnación Cabré. Hablamos de la primera arqueóloga española, que dejó su sello en tierras de la Serranía de Guadalajara realizando importantes hallazgos cuando no había mujeres que se pusieran el mono para realizar excavaciones arqueológicas, como las que acometió en el yacimiento celtíbero del Altillo de Cerropozo, entre Atienza y Naharros.
Esta jornada festiva, subvencionada por el Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha, incluye también una exposición fotográfica sobre estos trabajos, y una charla a cargo de la directora del Museo Cerralbo, Carmen Jiménez.
En estos nuevos tiempos en los que se está desempolvando y dignificando el trabajo de muchas mujeres que no fueron laureadas, la asociación sociocultural ‘Gerardo Diego’ de Naharros, va a celebrar este sábado, 12 de octubre, una jornada para reconocer a Cabré.
Con este acto, además de homenajear a una mujer que rompió moldes y dimensionó el patrimonio arqueológico local, quieren reivindicar su herencia en una nueva batalla de la guerra abierta que mantienen contra Cuminer SA, la empresa que, después de 40 años de explotación, quiere abrir una nueva mina a cielo abierto a 600 metros de sus casas.
«Estamos en el corazón de la España vaciada. No paramos de oír lo difícil que es repoblar estos pueblos y a nosotros nos están poniendo trabas por la avaricia económica de una empresa privada. La mina está frenando el crecimiento del pueblo. Hay mucha gente que no quiere arreglar sus casas o hacérselas por miedo a la mina», ha denunciado Lidia Barrena, representante de la asociación ‘Gerardo Diego’, en declaraciones a Europa Press para LA CRÓNICA.
«Naharros tiene un entorno natural espectacular y creemos que eso puede generar también trabajo. Otro tipo de economía medioambiental puede favorecer a toda la región y no a una multinacional que se lo lleva fuera todo el dinero», considera.
Según relata Barrena, fue en la redacción de las alegaciones que presentaron ante la Consejería de Desarrollo Sostenible para evitar la concesión de esa nueva ampliación cuando «redescubrieron» que la necrópolis celtíbera, que está a los pies tanto del actual frente de explotación como del nuevo que Cuminer S.A. quiere abrir en la conocida como Sierra Bajera, fue realizada por Encarnación Cabré.
«Llegó hace un siglo, con 17 ó 18 años de edad, con su padre, Juan Cabré, que era el director del Museo Cerralbo, para excavar la necrópolis. Queremos que se sepa que lo hizo mano a mano con nuestros bisabuelos y tatarabuelos, porque la gente de Naharros y Atienza ayudaron en las excavaciones», relata.
De ahí que este sábado los habitantes de este pueblo de la Serranía de Guadalajara vayan a fortalecer el vinculo que les une a la primera mujer arqueóloga española, que va a poner nombre a su nueva biblioteca, un gesto que «perpetuará su legado en el corazón de la comunidad».
Encarnación Cabré y el Museo Cerralbo
Encarnación Cabré creció en el madrileño Palacio Cerralbo, vivienda del Marqués de Cerralbo, Enrique de Aguilera y Gamboa que designó a su padre, Juan Cabré, como primer director del museo que albergaría lao fondos de este coleccionista, historiador y pionero de la arqueología en España.
«Hay que imaginársela por estos pasillos inundando sus ojos de arte. Toda su vida transcurrió aquí, hasta que salió para casarse en 1939. Qué no le inspiraría y serviría este palacio para su faceta de arqueóloga», destaca la directora de este espacio, ubicado en el centro de Madrid, a tiro de piedra de la Plaza de España.
En 1928, cuando inició sus estudios en la Universidad Central, ya sabía lo que era una excavación arqueológica, porque había acompañado a su padre, que llevaba excavando décadas y fue un hombre importantísimo en el arte rupestre de la edad del hierro del interior peninsular. «Se codeó con los principales investigadores del momento y conoció a todos los investigadores europeos que venían a conocer las colecciones del marqués de Cerralbo», resalta Jiménez.
«Cuando no había mujeres que se ponían el mono, ella se fue a excavar al Altillo de Cerropozo, a Cogotas, a Osera o a tomar dibujos de la Cueva de La Casares. Aunó ese trabajó de campo, dirigiendo las cuadrillas de excavación, con el de gabinete, porque fotografiaba, investigaba y sacaba conclusiones, convirtiéndose en la compañera de trabajo de su padre».
Dicho esto, Jiménez también ha puesto el foco en la valiosa labor que padre e hija llevaron a cabo durante Guerra Civil, «ese periodo oscuro para la historia de nuestro país, en el que proteger el legado del Marqués de Cerralbo que albergaba el museo fue el objetivo que guio los trabajos de los Cabré».
Por ello, y con el objetivo de hacer de caja de resonancia de la importante labor de la primera arqueóloga de España, la directora del Museo Cerralbo avanza que trabajan en una «sorpresa que va a servir para que todo el mundo la recuerde».
La amenaza de la silicosis
La asociación ‘Salvemos Naharros y su Serranía’ que, junto a la asociación ‘Serranía de Guadalajara’, Ecologistas en Acción y WWF, han formado un frente común para evitar que Cuminer S.A. abra una nueva mina a cielo abierto. De hacerlo, esa pequeña población quedaría rodeada por tres tajos.
«La piedra que se extrae en esta zona tiene un alto contenido en sílice, que al respirarlo se acumula en los alvéolos y produce silicosis. Hay mucha gente afectada de esta enfermedad», denuncia Laura Alonso, que asegura que los empleados que estaban trabajando en el año 1995, «aunque no eran muchos están todos muertos a causa de la silicosis».
«Las medidas de riesgos laborales han sido mínimas, o ninguna, y ahora, parece que las están tomando, porque se las exigen, pero, aun así, creo que son deficientes. Hay trabajadores que viven todavía, pero con su silicosis, y saben que tiene una fecha de caducidad», ha expuesto Alonso.
Subrayan que durante todos sus años de actividad, la empresa que explota la mina no ha cumplido su obligación de restaurar la zona aunque ahora sentencian que aunque Cuminer presentase un buen plan de regeneración medioambiental se opondrían, porque «las vidas no son negociables».