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26 marzo 2024
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JOSÉ LUIS HERAS CELEMÍN / Cortejo PSOE-Casado ante Abascal e Iglesias

Ambrosía como néctar político para el PP, consciente de la dádiva de Batet, convencido de su poder real, y convenciendo de que, en medio de la pandemia, superándola y después, ha conseguido más de lo previsto en la Moción de Censura.

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“Pues le ha dado la Presidenta del Congreso un turno extraordinario a Pablo Casado, entendemos que por alusiones, para que pueda responder a Pablo Iglesias por sus constantes referencias al PP”. Fue la alarma que sonó en RTVE. Desde el Congreso de los Diputados, transmitía la Moción de Censura y alertó sobre lo que iba a pasar. Para entenderlo, conviene repasar algunos artículos del Reglamento del Congreso de los Diputados: Ningún Diputado podrá hablar sin haber pedido y obtenido del Presidente la palabra (Art. 70.1). Cuando, a juicio de la Presidencia, en el desarrollo de los debates se hicieran alusiones que impliquen juicio de valor o inexactitudes sobre la persona o la conducta de un diputado, podrá concederse al aludido, el uso de la palabra por tiempo no superior a tres minutos… (Art. 71.1). En todo debate, el que fuera contradicho en sus argumentaciones por otro u otros intervinientes, tendrá derecho a replicar o rectificar por una sola vez y por tiempo máximo de cinco minutos (Art. 73.1). Es habitual que RTVE yerre, pero no que en un carajal como el que se vivía una locutora cambie las alusiones del Art. 70.1 por el contenido del 73.1. Por ello había que estar atento a lo visto y oído, al lenguaje no verbal de todos. Y al reloj. Avancemos que la Presidenta del Congreso al cronometrar a Casado permitió que el tiempo máximo de cinco minutos se alargará lo que precisó Casado: Ocho minutos y diecinueve segundos.

Meritxell Batet, la Presidenta del Congreso, por encima de todo, ha demostrado su absoluta fidelidad a Pedro Sánchez. Desde este supuesto, su actuación de hoy no es ocasional. Es la interpretación de un rol acorde con lo que había alrededor y decide Sánchez: desde la táctica diseñada en Moncloa (contra Iglesias) hasta los supuestos errores de una RTVE que vigilan, y puede que controlen las huestes de UP.

El miércoles se había desarrollado la Primera Sesión de la Moción de Censura de Vox con las escaramuzas previstas y una calidad oratoria superior a lo normal en la legislatura: Exposición del candidato, que, por lo visto, pocos oyeron. Rifirrafes con grupos minoritarios, empeñados en justificarse y marcar territorio. E intervención de Inés Arrimadas buscando un lugar para C’s.

La mañana del martes empezó con el folclore de las mujeres de Unidas Podemos, que desbarató Abascal. Intervención de Casado, justificando el NO a la moción con dureza. Réplica de Abascal doliente del desplante. Y turno de Casado, buscando el cuerpo a cuerpo, demoledor y sin contemplaciones.

Hasta entonces: Soledad para Abascal, tranquilidad para Sánchez y cada uno a lo suyo. Pero Pablo Iglesias, tras verse relegado y a las mujeres de su grupo en mal lugar, decidió ir a por uvas. El lenguaje no verbal de muchos, demasiados, condescendientes con la pedante lección de Facultad de Iglesias, presagiaba algo. Yendo por uvas, Iglesias patinó con uno de los hollejos, el que se habría previsto desde el Palacio de la Moncloa con conocimiento o no de Casado, pero con su concurso. Trató de enfrentarse al PP y se encontró con: El mejor discurso en mucho tiempo. El excelente orador que es Casado. El varapalo que quedó en el Diario de Sesiones. Y el hacer de la fiel Batet que queda para la historia.

El Art. 70.1 del Reglamento del Congreso ordena que “Ningún Diputado podrá hablar sin haber pedido y obtenido del Presidente la palabra”. Y a Casado Batet le concedió la palabra sin que se viera si la pedía. Pudo ser un gesto, o no, pero le agració: “Sus turnos de intervención han sido agotados. Le voy a dar un turno excepcional. De acuerdo con el 73.1, le voy a dar cinco minutos”.

El semblante de todos, los que estaban en el ajo y los que lo intuían, fue el algo más que un poema gestual para degustar y saborear el verbo de Casado: “Señor Iglesias, pensaba que subía aquí a anunciar su dimisión en base a su código ético, el que ha estado lanzando contra otras bancadas en toda su trayectoria política y pre-política. Usted representa a un partido político que está imputado por financiación irregular. Ayer fue otra vez ratificada la petición de esta acusación cuyo número dos acaba de declararse en rebeldía…”

La música del PP fue tan atronadora que a partir de ese momento la percibieron muchos. “Salvemos al soldado Casado”, vio alguien en el ardid. Batet, embelesada con la melodía, dejó hacer. Y Casado hizo. En beneficio del PSOE de Batet y de Sánchez. Y para sí. A degüello.

El reloj marcó un tiempo de ocho minutos y diecinueve segundos. Tres minutos y diecinueve segundos de éxtasis para un PSOE que veía al pie de los caballos al coaligado roto, acaso pensando en una legislatura más cómoda que la esperada. Ciento noventa y nueve segundos de ambrosía como néctar político para el PP, consciente de la dádiva de Batet, convencido de su poder real, y convenciendo de que, en medio de la pandemia, superándola y después, ha conseguido más de lo previsto en la Moción de Censura.

Es seguro que el PP, los que le apoyan y los que van a volver a confiar en él han valorado la actuación Batet-Casado y sus consecuencias. Por lo visto en otros pagos, medios afines al Gobierno y televisiones públicas y privadas que se amamantan a sus ubres, es posible que en esos pagos aún no puedan calibrarlo.

De momento: Vox derrotado, Unidas Podemos en ridículo, independentistas con recelos, Ciudadanos ‘Bal-lando’ con Bal y arrimando con Inés Arrimadas. Y el PSOE de Sánchez y su Gobierno colgados, de la dádiva de Batet o de la brocha.


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