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11 abril 2024
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Séptimo trío de ases:
Los héroes del coronavirus en Guadalajara

Son tres, pero hay más como ellos. Desde nuestras casas no se les ve, hasta que los necesitamos. Luchan contra el coronavirus desde su puesto, para que lo esencial no se pare en esta España batida por la enfermedad y, a veces, la desesperanza. Su ejemplo nos da fuerza y también nos confirma en la certeza de que un día todo cambiará y volveremos a vernos en la calle, a abrazarnos y a ser todo lo que podemos ser. Sin máscaras. A corazón abierto. SÉPTIMA ENTREGA.

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Fotos: Nacho Izquierdo
Textos: Augusto González

Sergio Palomino Carretero, transportista

• Hay quien cree que con 27 años, los dedos aún se te hacen huéspedes al volante. Para Sergio, aferrar ese círculo negro desde el tacto extraño de los guantes de látex da margen para pocas bromas. Nada de coches tuneados, ni rutas desde el anochecer hasta más allá del alba. Esto es más serio. Tanto, que resulta imprescindible: asegurar la carga de residuos peligrosos, ya sean biológicos o sanitarios, y llevarla hasta el lugar de destino. Para que no estorben y para que no sean un riesgo para nadie. Sin incidencias. Con toda la normalidad posible en la situación más anormal que nos podía tocar vivir. La vida da muchas vueltas. Casi tantas como un volante en su ruta diaria.

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Nacho, médico del Hospital de Guadalajara

• Para ser médico en España hay que tener una vocación a prueba de obstáculos. Para serlo en un hospital en tiempo de pandemia hay que acreditar, además, unos redaños sólo comparables a los de enfermeras, auxiliares y celadores. Visto en el contraluz terrible del acceso a las Urgencias, el azul destaca tanto que sólo puede ser un símbolo. Y lo es, aunque nadie repare en ello. Para los griegos, este color no existía; tanto lo despreciaban que ni siquiera tenían una palabra para nombrarlo. En la Italia del siglo XII todo cambió: el carísimo lapislázuli empezó a usarse para Dios y para la Virgen, que se envolvió ya para siempre en los azules más preciosos. Algo de divino ha quedado en los pasillos hospitalarios: el color de la fidelidad y de la fe protege (no siempre lo suficiente) a los que mejor encarnan esas virtudes esenciales, como una religión laica que salva vidas hasta casi lo imposible. Laus Deo.

Emilio Valderas, kiosquero

El kiosco de Emilio es un abigarrado mundo de papel meticulosamente ordenado. Entre esos brazos abiertos de metal cabe de todo: desde el penúltimo cotilleo al artículo más bilioso, pasando por el coche que vaya usted a saber cuándo compraremos o la receta que le encargaremos a la abuela, aunque sea por teléfono. Durante el confinamiento los periódicos y las revistas siguen esperando al sol que alguien rescate sus palabras y sus fotos. Este kiosquero sabe lo mucho que cuesta ordenar ideas, frases y artículos en el marco impertérrito de una página. Por eso trata cada publicación con el respeto que la historia cotidiana les va negando, arrasados por lo digital. Por eso es importante seguir allí, al lado de por donde anduvieron «Pepito» o el pipero, en el centro de la ciudad y de nuestros recuerdos. Resistiendo.

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