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2 mayo 2024
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EL PASEANTE / El sol del 8M

El sol de este 8 de marzo ha salido igual para todos en un domingo de legañas y pereza.

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Faltaba más de un hora para que empezase la manifestación y los únicos que andaban por allí eran todos hombres: una patrulla de policías locales y los operarios de la grúa municipal, retirando vehículos. Había que dejar expedito el lugar, para cuando fueran llegando los convocados (esencialmente, las convocadas). Mucho más allá, de una furgoneta salían bombos y más bombos, para la batucada. Todo será distinto cuando llegue el tiempo en que no nos animen con porrazos reventadores de tímpanos sino con el silbido ululante de las ocarinas, como en la Italia libérrima del novecientos, cuando los obreros aún aspiraban a conquistarlo todo.

El sol nos iguala en este día de manifa morada. Lo hace sin necesidad de vestirse de ningún color, convirtiendo el aire en la caricia más transparente.

Por ahí vagan, en medio del domingo, los hombres y las mujeres que acompañan tu vida…

La musulmana que ha bajado en chanclas y en pijama, acarreando el cochecito del bebé, para comprar unos churros de buena mañana.

El viejo de gorra calada, gafas negras y pulmones negros, que apura el cigarrillo antes de quedarse sin aliento.

Los compadres que se quieren quitar el miedo al colesterol a golpe de zancadas y risotadas, como si los sesentones de hoy no pudieran olvidar a los chavales que fueron anteayer, por las mismas calles.

Los novios despistados, que llegan esperando ver una capital salpicada de monumentos y se adentran en el palacio, por ver algo.

La abuela y su nieta, casi adolescente, tan rubia que el pelo se le enciende bajo el tenue sol de este marzo. Sonríen juntas, pegaditas, sin miedo al coronavirus ni a que pase el tiempo y llegue el día en que no podrán hacerlo.

El jubilado afeitado y pulcro.

El jubilado sin afeitar.

El que hace años que no trabaja por acreditar que estaba loco y ya lo está, de tanto desearlo.

La dominicana de anchas caderas que sale a la terraza, mínima y cuajada de ropa tendida, y se arrebuja en un rincón para fumar y esperar por enésima vez a que asome en el móvil el mensaje que nunca llega.

El sol de este 8 de marzo ha salido igual para todos en un domingo de legañas y pereza.

A ver si va a ser verdad que no hace falta soñarse iguales, sino ejercerlo.

En el mismo camino nos encontramos todos, entre tropezones propios y zancadillas ajenas.

Pero todos, deambulando bajo un tibio sol de marzo, que no hace sombras. En pie, buscando el sitio al que dirigir nuestros pasos mientras nos queden fuerzas para caminar y encaminarnos.

Eso te ha dicho el sol sin nubes de este 8 de marzo.

Una fugaz caricia del destino.