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19 marzo 2024
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EL PASEANTE / La barriga desaparece en 72 horas

A la inmensa mayoría de nosotros nos sobra barriga y nos falta dinero. Esa es la más consolidada igualdad democrática que hemos conseguido. Todo lo demás, puro sucedáneo.

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La doctora Patrícia (así, con el acento mal puesto) no me conoce, pero me escribe un correo electrónico de lo más amable. Ha entrado en mi buzón como el que entra en nuestras vidas sin avisar, a hurtadillas, de tapadillo. 

Su mensaje es tan explícito como seductor: con ella, «la barriga desaparece en 72 horas». Aunque no sea verdad, qué bien suena.

A la inmensa mayoría de nosotros nos sobra barriga y nos falta dinero. Esa es la más consolidada igualdad democrática que hemos conseguido. Todo lo demás, puro sucedáneo.

Tan necesitados estamos de soluciones inmediatas que, a falta de dioses milagrosos, por al menos un segundo el hipotálamo se excita y nos lleva a creer en esto. La fe, andeandará, la hemos trasladado de los altares a la hebilla del cinturón. 

Ni siquiera le tomaremos en cuenta a la doctora Patrícia (así, con el acento mal puesto) su confusión, al considerar que este paseante es paseanta y tratarme como mujer en toda su cariñosa epístola: es bueno para un hombre poder sentirse mujer, por comparar, sin necesidad de ir más allá. 

Es posible, aunque no probable, que este su seguro servidor pierda » hasta 7 kg de las caderas y las nalgas» según promete la doctora Patrícia (así, con el acento mal puesto), incluso después de tantas semanas atiborrado de polvorones, simplemente con la ayuda del parche que nos vende, vaya usted a saber desde dónde. Sólo así estará a nuestro alcance «una figura sexy para la primavera». 

Para entonces, por más que lo avale nuestra milagrera doctora, las grasas seguirán circunnavegándonos como ya lo hacen; en primavera, la luz también mantendrá su empeño, doblándonos la factura y el espinazo; Sánchez continuará prometiéndonos un mundo feliz, sin necesidad de un Huxley que lo escriba; Casado nos mirará impávido y triste,  irritándonos como hoy por su falta de contacto con la realidad que aspira a cambiar; Superyolanda, en fin, retocará su peinado en flor y, de ahí, para abajo, insistirá en su irritante simulación con nuevas palabras susurradas y vacías.

Tenemos por delante todo un 2022, al que recibimos en Año Nuevo como si fuera un nuevo año, aunque por experiencia sabemos que lo viejo es siempre mucho más que lo que renovamos. De ahí los desengaños.

Con nuestra barriga y nuestros más firmes defectos a prueba de mudanzas, acepte al menos el lector el mejor de los deseos: que en los próximos doce meses nos sigamos leyendo. Y si entonces algo hemos cambiado y no ha sido a peor, que podamos celebrarlo.

Tenemos, eso es bien cierto, todo un año para hacerlo.

Por eso…

¡Feliz 2022 para todos!


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