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12 octubre 2024
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Álvaro Siza como ejemplo de un mejor mundo posible mirando al mar desde Matosinhos

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Habrá quien se sorprenda de que a un portugués se le premie en España con un premio español. Allá él. O allá ellos, pues seguro que serán muchos los sorprendidos.

Bien mirado, lo mejor de convivir es lo complicado que a veces resulta, como ocurre entre los que respiramos en este rincón de Europa. Y en la dificultad está el mérito, como cuando superamos los tópicos y nos asomamos a la obra de Álvaro Siza, arquitecto y sabio.

Ahora que le han concedido el Premio Nacional de Arquitectura 2019 y sus 60.000 euros, los lectores de LA CRÓNICA pueden asomarse a Google y a la Wikipedia para conocer o reconocer los edificios que ya le hicieron merecedor, hace casi tres décadas, de la máxima distinción de su oficio, que es el Pritzker. Yo prefiero invitarles a pasear Matosinhos, donde él nació en 1933 y donde parece que le quieren.

Allí, no muy lejos de la casa donde reposan Iker Casillas y su familia, se extiende una de las zonas de expansión de Oporto, con vista al mar. Los españoles que en oleada continua se acercan hasta allí se quedan en la calle de las marisquerías y suelen ignoran el paseo que discurre junto al Atlántico. Aunque sea a los postres y para bajar la digestión, bien harían en caminar por ese límpido parque lineal, desde la playa hasta el faro. El autor del proyecto, ya lo habrán imaginado, fue Álvaro Siza.

En las líneas puras de los puntos de fuga que se recomponen a cada paso se encierra la filosofía de este hombre, aplicada aquí al espacio libre y sin ataduras, entre las gaviotas y la brisa. Dense una vuelta por la galería gráfica que acompaña estas líneas y disfrútenlo, si no está en su agenda o a su alcance pasear cualquier día de estos por Matosinhos.

La cara oscura de esta moneda brillante la ponemos nosotros, los españoles de Castilla-La Mancha, pues Siza lleva lo que va de siglo asociado a uno de los más rotundos fracasos de la política regional. A él le encargaron en 2003 los planos generales del Hospital de Toledo, ese que aún no ha abierto sus puertas. La Junta de Comunidades se aprestaba entonces a invertir 270 millones de euros para acabar las obras en 2010 y al final será la iniciativa privada quien en realidad financie la fiesta, quizá con cinta inaugural para 2020. Eran los tiempos de Lamata, predecesor de Echániz, antecesor del actual titular de la consejería, ese señor con mostacho. Todos, vencidos por la imposibilidad de cumplir lo prometido.

Álvaro Siza deja una obra llena de luz, puesta en pie en los más insospechados lugares. Pero a la hora de elegir, disculparán ustedes que prefiera arrebujarme en Matosinhos, mirando al mar, después de haberme abierto los ojos, los pulmones y el alma caminando á beira do mundo. Si algún día lo hacen podrán mirar allá hasta encontrar lo mejor, vivirlo y convivirlo. Como siempre ha hecho este arquitecto tan portugués que ya es universal.